Trastorno por despersonalización

Trastorno por despersonalización

 

Damián Ruiz

El trastorno de despersonalización se manifiesta como una desconexión profunda entre el individuo y su sentido de sí mismo, una sensación de estar observando su vida desde fuera, como si fuera un espectador. Este fenómeno ocurre cuando la conciencia se ve alienada de la realidad vivida, lo que genera una percepción distorsionada del cuerpo y del entorno. La experiencia de no sentir que el cuerpo le pertenece o que el mundo es irreal refleja una fragmentación interna que va más allá de una simple sensación pasajera. 

En este trastorno, el individuo puede sentirse como una figura vacía, como si se hubiera perdido parte de su ser en un espacio ajeno, experimentando un vacío existencial. La causa de esta desconexión puede estar vinculada a la dificultad para integrar las diversas facetas de la personalidad, aquellas partes reprimidas o inconscientes que permanecen sin ser reconocidas o comprendidas. La falta de armonía interna conduce a la disociación del individuo de su experiencia emocional y vivencial, creando una división entre el “yo consciente” y los aspectos más profundos de su psique.

El trastorno de despersonalización también puede ser interpretado como un intento fallido de reconciliar los opuestos internos. La persona siente que no puede reconocer su totalidad, que hay una parte de sí misma que permanece oculta o excluida de su vida consciente. Esto se traduce en una desconexión de los aspectos más vitales de la identidad personal, lo que lleva a una sensación de estar perdido o desorientado. Este proceso puede reflejar una “crisis de identidad” en la que el individuo no logra encontrar su lugar ni su sentido en el mundo, atrapado en una especie de limbo existencial.

La persona afectada por este trastorno puede experimentar su realidad de una forma que se siente ajena, como si estuviera atrapada entre el ser y el no ser, observando su vida como si fuera ajena a ella. Esta desconexión puede sentirse como un muro invisible que separa al individuo de su sentido de autenticidad, lo que provoca una constante inseguridad y una pérdida de conexión con las experiencias cotidianas.

El trastorno de despersonalización, en última instancia, puede verse como una llamada de atención interna, señalando la necesidad de una “integración más profunda” entre el consciente y el inconsciente, un proceso de reconexión con los aspectos olvidados del ser que esperan ser reconocidos para restaurar una experiencia de unidad y totalidad en la vida del individuo.

A nivel terapéutico es importante reconectar al paciente, no sólo mediante el diálogo introspectivo que puede llevar a la persona a percibir qué es lo que le llevó a esta situación, sino mediante toda una serie de ejercicios que pueden permitir al paciente volver a “reunificarse”.

Lo explicaré de un modo más sencillo con un ejemplo. Imaginemos que en un momento determinado una persona se desubica y deja de entender quién es, qué le ocurre, cuál es su imagen… Y ahora pongamos el símil metafórico de un árbol que ha sido arrancado por el viento y que una vez desplazado de su lugar ha perdido la identidad y no sabe ni qué árbol es ni a qué espacio físico pertenece. Entendemos que habrá que tratar de volver a plantarlo en el lugar en el que estaba y, de este modo, volverá a “ser”.

Aunque no sea un gran ejemplo, son los aspectos “materiales” (volver al sitio al que se pertenece) y “emocionales” (sentirse de nuevo bien con uno mismo), los que llevan a la persona a recuperar su identidad.

El exceso de estrés, el huir de uno mismo para alcanzar objetivos, las experiencias traumáticas, las drogas y otras adicciones, todo ello puede llevar a una persona a desidentificarse consigo misma, y el proceso inverso que se debe realizar es el de reconexión mediante la recuperación de lo esencial en el paciente y de las emociones pérdidas y que ahora están sustituidas por el miedo.

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