problemas emocionales y psicológicos.
De entrada, podemos decir que cada individuo llega al mundo con un código genético determinado que va a ser fundamental en su desarrollo.
Genética, una vulnerabilidad que no condena
El ADN marcará aquellos aspectos orgánicos de mayor vulnerabilidad frente al medio ambiente. En los genes no solo están los rasgos hereditarios del individuo derivados de sus padres y abuelos, sino que la historia filogenética de la humanidad como especie sigue residiendo en ellos. Lo único que ocurrirá es que, debido a la evolución, irán predominando, preferentemente, aquellos elementos más adaptativos.
Pero no nos engañemos, el noventa y seis por ciento de nuestros genes son similares a los de los chimpancés, lo que significa que los aspectos “primarios” siguen siendo muy significativos en la vida humana del siglo XXI. Por lo tanto estructuras arcaicas como el cerebelo (cerebro mamífero y reptiliano) aún predominan sobre los aspectos “racionales” del sistema nervioso central.
Territorialidad e integración social
Por lo tanto el nivel biológico y social va a ser fundamental a la hora de tener en cuenta el grado de satisfacción vital de una persona. Es decir cuestiones de territorialidad, de jerarquía, de integración social, de interacción afectiva, etc…
Este nivel, muy estudiado por el psicólogo inglés Theodore Millon nos va a permitir ubicar a la persona en su realidad ambiental, y si algo falla, a través del análisis de su situación podemos vislumbrar qué está sucediendo.
Pero también podría ser que todo estuviera aparentemente bien y que, en cambio, la infelicidad o la presencia de síntomas de malestar (depresión, ansiedad, adicciones, anorexia,…) estuvieran manifestándose en una persona. Algunos psiquiatras organicistas hablarían de problemas bioquímicos que deben ser compensados mediante determinada medicación. Es posible.
Elementos perturbadores en el inconsciente
Aunque también podríamos ir a niveles más profundos y examinar a través del inconsciente si existen elementos perturbadores en la historia de este individuo, desde el momento de la concepción hasta la actualidad. O bien, yendo más allá, y siguiendo las teorías del psicólogo suizo Carl G. Jung podemos adentrarnos en las profundidades de la mente hasta alcanzar a detectar qué energías (arquetipos culturales) están imbricadas en la psique profunda de la persona.
Por lo tanto el malestar de alguien puede venir de algo muy cercano, social, familiar, etc…o de niveles mucho más profundos del inconsciente.
En el trabajo terapéutico se debe llegar, en el proceso de exploración, hasta el nivel necesario de profundidad para reestructurar la psique del paciente, y reestablecer su armonía y felicidad. No más lejos de lo imprescindible pero teniendo en cuenta que a veces no es suficiente con quedarse en la superficie.
Por último añadir que todo ser humano, por el hecho de existir, tiene un lugar en el mundo. Y ese lugar se encuentra cuando se respeta la propia esencia, y se reestablece la armonía interna y la armonía con el mundo exterior.
Encontrar tu hábitat natural
Un pingüino, por muy sano que esté, no puede vivir en el desierto, una persona sensible no puede subsistir en un medio abrupto, un temperamento aventurero no puede trabajar, durante mucho tiempo, en un espacio cerrado.
Estos ejemplos sirven, simplemente para afianzar una creencia personal afianzada por mis años de ejercicio de la psicoterapia y que se corresponde con el eslogan de una famosa película de dibujos animados: “La gran aventura de la vida es encontrar el lugar que a cada uno le pertenece”. Y la terapia psicológica sirve para eso.
Damián Ruiz.
Psicólogo (Col.7884)
Analista junguiano (IAAP)
Barcelona.