Damián Ruiz
Las adicciones, cuando llevan mucho tiempo instaladas como hábitos en las personas, acaban creando una serie de circuitos neuronales y conexiones emocionales, normalmente como forma de huida de la realidad, que les llevan a convertirse en lo que podríamos llamar, en términos de Carl G. Jung, un “complejo autónomo”.
Esto significa que se activan sin necesariamente ir de la mano de la voluntad. Es decir, cuando uno ya entra en la categoría de “adicto” la voluntad para activar la compulsión, por ejemplo, esnifar cocaína o apostar en un casino, no es necesaria. La persona actúa como movida por un automatismo que la impele hacia repetir su hábito.
Por tanto si la voluntad no es el factor activador tampoco es el factor principal a tener en cuenta para poder dejar una adicción.
Entonces, ¿qué es lo que permite al adicto poder empezar a prescindir de su hábito de consumo?
La conciencia.
Sin que haya un despertar de la conciencia, en realidad una elevación, las posibilidades menguan considerablemente. ¿Por qué? Porque para los adictos los actos de voluntad, especialmente, durante los primeros tiempos de una terapia, son también un factor estimulante. La propia personalidad adictiva encuentra motivación al iniciar cualquier tipo de terapia pero el problema aparece cuando lo que he llamado el “complejo autónomo” surge de nuevo y de algún modo le traslada esta idea al paciente “muy bien, ya te he dejado un tiempo a que estuvieras motivado con la posibilidad de dejarme pero ya se ha acabado, vuelve a darme de lo mío”.
Y, muy probablemente, la persona afectada volverá a darle de lo suyo.
¿Por qué?
Porque no ha realizado ningún cambio significativo en su vida que apoye el cambio de hábitos.
Es ingenuo creer que siguiendo con el mismo tipo de vida es posible realizar una revolución vital tan significativa como la de dejar una adicción.
Por eso el problema con el que se enfrenta cualquier tipo de terapia para adictos es el entusiasmo de las primeras semanas o meses del paciente que le hace considerar que, sin cambiar nada, ya podrá dejar el hábito nocivo. Eso no es nunca cierto.
Para dejar un hábito es imprescindible transformar algunos aspectos importantes de la propia vida. Si no se hace, superar la adicción es mucho más difícil.
Por tanto, cualquier adicto, antes de empezar una terapia, del tipo que sea, tiene que hacerse esta pregunta: “¿Estoy dispuesto a modificar mi estilo de vida, a superar viejos hábitos que están vinculados a la adicción, a canalizar mis emociones de otra manera, a enfrentarme a mi realidad con más madurez?”
Si es así las probabilidades de superación de la adicción aumentan considerablemente, en caso contrario, todo puede quedarse en un espejismo transitorio.