Salir de la habitación.
¿Tiene usted un hijo o un familiar cercano que no sale de la habitación? ¿Qué está todo el día conectado a internet, chateando, jugando, metido en la redes sociales o mirando todas las series habidas o por haber que se descarga? O ¿quizás eres tú mismo el que estás en esta situación?
Bien, pues tiene o tienes un problema. Muchos de estos jóvenes o no tienen padre, o lo tienen pero no está, o es una figura hostil o está pero es como un vegetal, o en todo caso nadie realiza la función paterna, que consiste en enseñarle a descubrir el mundo, a relacionarse con otras personas sin temor, a salir a la vida al encuentro de los otros. Al no haber recibido esa enseñanza, estos jóvenes, fundamentalmente varones, son como animalitos heridos acobardados que viven a través de la pantalla del ordenador porque directamente no se atreven a salir a la vida.
En el mundo animal, llegada una cierta edad, los cachorros cuando empiezan a tener capacidades para lanzarse al descubrimiento del territorio, son empujados por los adultos a que salgan a explorar, aún a riesgo de su propia vida.
Aprender a vivir
Es importante para ellos, para estos jóvenes, que se vinculen a adultos que les enseñen a vivir, a contrastarse con la realidad que les rodea, desde la seguridad y el apoyo. Lo mejor sería que lo hiciera algún adulto cercano, un tío, un hermano mayor, un abuelo incluso, pero claro deben ser personas desenvueltas y con cierta paciencia para sacar del enclaustramiento a estos jóvenes.
De nada sirven ni gritos, ni enfados, ni amenazas, porque su incapacidad es muy superior a sus habilidades, y su mente ya se ha acostumbrado a las cuatro paredes de la madriguera y a un mundo virtual donde conectan con otros en situaciones similares, y por tanto retroalimentan sus posiciones.
No hay que descartar nunca la vía terapéutica, porque es la forma más adecuada, en caso de que no haya nadie que pueda ayudarles directamente de otra forma.
Y si eres tú quien está en esta situación te recomiendo que empieces a plantearte seriamente las consecuencias de ello, puedes perder no solamente un tren, sino todos los trenes de tu vida: el profesional, social, laboral, económico y sentimental.
No lo relativices, ponte manos a la obra y decide salir de ahí, pide ayuda si lo consideras necesario, pero no te quedes estancado.
Damián Ruiz.
Psicólogo (Col.7884)
Analista junguiano (IAAP)
Barcelona.