(sobre la raíz de algunos trastornos psicológicos, neurosis obsesiva o depresión mayor, por ejemplo)
Desde que desarrollé la metodología para el tratamiento de los trastornos obsesivos que aplicamos en IPITIA, Instituto Psicológico Internacional de Barcelona ( www.ipitia.com ), centro del que soy director, hemos ido mejorando, entre todos los miembros del equipo clínico, este método (integrador) y son muchas las variables que he podido ir analizando como elementos intervinientes en esta problemática.
El hecho de que partamos de un análisis de la personalidad y las circunstancias vividas por el paciente y que, posteriormente, propongamos activar su naturaleza a través del despertar del instinto, al tiempo que seguimos trabajando sobre otros elementos más profundos, no impide que algunas informaciones no aparezcan hasta pasado un tiempo del inicio de la terapia, o no aparezcan.
Lo que ocurre es que muchas personas omiten aspectos importantes que no desean poner en cuestión y el terapeuta debe ir deduciendo hasta encontrarlos. o bien en un momento determinado del tratamiento el paciente te explica algo que es de suma importancia para todo lo que le ocurre.
¿Qué tipo de información es esa? Normalmente está vinculada a la culpa o bien a algo que para la persona es muy difícil de explicar, no porque sea un hecho concreto sino porque suele ser un pensamiento unido a una emoción: el deseo, la ira, la envidia, el enamoramiento, la venganza,…etc.
Y eso se quiere preservar. ¿Por qué? Porque el paciente quiere saber cómo manejas esa información, y por encima de todo: no quiere sentirse juzgado o condenado a un padecimiento que podrías decirle, para temor suyo, que puede ser crónico.
-El trastorno obsesivo que más he tratado como psicólogo es el de contenido homosexual. Es decir, normalmente varones heterosexuales, también mujeres, que creen que podrían ser homosexuales.
No me voy a extender con este tema porque en la web de nuestro centro, citada más arriba en este artículo, hay mucha información sobre ello.
Pero en ningún caso de los que yo he tratado, incluso cuando pudiera haber algún tipo real de fantasía homosexual concreta, se trataba de personas con esta orientación (homo).
Además la sintomatología de aquellos que son verdaderamente gays, aunque no lo acaben de saber, es completamente diferente, porque el deseo no se mezcla con el temor ni con la obsesión, incluso si tienen rechazo a aceptar su propia homosexualidad. Es decir el deseo no va mezclado con el miedo al deseo ni con la duda sino con la sensación de placer, y es este el que genera inquietud (pero no debemos confundir placer con ansiedad focalizada en determinadas partes del cuerpo).
Y respecto a los sueños homoeróticos hay que distinguir aquellos que se vivencian, durante el propio sueño, como agradables, de aquellos que generan miedo, rechazo o ansiedad. Los primeros pueden ser indicadores de algún tipo de componente homosexual, los segundos no-. Por último, muchas personas heterosexuales tienen alguna tendencia hacia personas del mismo sexo, pero eso no implica nada más que un elemento diferente de su propia condición heterosexual-.
Pero hay áreas prohibidas. Freud, el padre del psicoanálisis, descubrió esos deseos ocultos e inconfesables en sus primeras investigaciones clínicas, aquellos que le llevaron a desarrollar toda su teoría.
Pues bien, eso sigue existiendo, lo inconfesable, a veces presentado de forma histérica, a través de la somatización, o a través de la depresión incapacitante, de la neurosis obsesiva, de un estado de alta ansiedad permanente. Porque, ¿qué ocurriría si aquel aspecto de una historia personal que más rechazo produce es, al mismo tiempo, el que más se desea o anhela? O sí, como ocurre en el mecanismo de defensa llamado “formación reactiva” lo que más se dice amar es de lo que más uno quisiera alejarse, o viceversa.
La hija amantísima que cuida amorosamente a un padre al que detesta y del que sufrió malos tratos psíquicos, la madre abnegada que trabaja para su familia cuando su deseo más profundo es ser libre e iniciar una nueva vida, el padre tradicional y conservador secretamente enamorado de un amigo, el varón con muchas relaciones sexuales con mujeres que, en el fondo, buscaría tener una historia de amor con un hombre, la vivencia de periodos oscuros y pasados de la propia vida como los más gratificantes, el aburrimiento en la normalidad convencional, la profunda envidia hacia un hermano que te quiere, el odio hacia un amigo con éxito y con el que te llevas especialmente bien… Todo ello son ejemplos de aspectos inconfesables del ser que, a día de hoy, siguen presentes en cualquier relación terapéutica, y es necesario tenerlo en cuenta porque de permanecer sin ser subsanados, seguirán ejerciendo influencia en el paciente a pesar de que se tenga la impresión de que este responde positivamente a la terapia.
Hay anclajes, apegos, deseos y odios que son el elemento clave del porqué una persona no supera una determinada problemática. En la alianza terapéutica entre paciente y terapeuta está el quid de la cuestión, en la confianza de uno y en la habilidad del otro para poder llegar a esos puntos sin que se genere resistencia y puedan convertirse en el momento de inflexión de la recuperación psíquica de la persona.
Damián Ruiz.
Barcelona, 3 de Abril, 2020.