misterio curación.
La influencia de la psique sobre el cuerpo y de este sobre la psique es absolutamente innegable. Es más, me atrevería a decir que no hay diferencia entre ambos. Cuerpo y mente son una unidad inseparable. Lo que sí es cierto es que ambos son todavía muy desconocidos, y lo seguirán siendo mientras los métodos de investigación científica no superen esa visión tan reduccionista y lineal, que aporta luz puntualmente a un problema concreto o enfermedad, mientras otros nuevos ya están apareciendo.
Por otra parte la mayoría de teorías psicológicas, que es el área que a mí me compete, se mueven entre ese cientifismo reduccionista y la filosofía especulativa. Y lo peor de todo ello es que han conseguido imponerse como verdades casi incuestionables.
Contra el simplismo
Por ello, a día de hoy, en las terapias, en un grado elevado, prevalece o bien un cierto simplismo o, todo lo contrario, un encaje forzoso del paciente en una entelequia teórica que le mantendrá atrapado durante años, hasta que llegue a conocerse del todo según los criterios de esa entelequia, sin haber cambiado nada o casi nada de lo que pretendía.
El proceso curativo en problemas y trastornos psicológicos, aún en casos graves, todavía posee cierto misterio, y lo posee por una sencilla razón: es mucho más fácil de lo que podría parecer.
Pero que nadie crea que incurro en una inflación “yoica”, es decir en la arrogancia de creer o afirmar que uno puede ayudar a superar cualquier problema. Ni mucho menos. De lo que sí estoy convencido es que aquellos terapeutas que se han constituido en individuos “libres y afirmados en sí mismos” y en los que los conocimientos adquiridos nunca están por encima ni de su criterio más íntimo ni de la problemática del paciente, tienen una capacidad más elevada para curar determinados trastornos y en determinadas personas.
Algún día llegaremos a entender, cuando seamos capaces de constatar o simplemente de “intuir”, qué es lo que hace que podamos ayudar a superar trastornos verdaderamente complejos y enquistados en la psique del paciente. Pero para eso tendremos que tener en cuenta uno o dos factores fundamentales, el primero, el grado de motivación que tenemos a priori para hacerlo, y segundo la sensación interna que sentimos al enfrentarnos ante esa situación humana, es decir, si captamos íntimamente que sí, que podemos ayudar, o, por el contrario, tenemos dudas en ello.
Moverse por los temas que nos conmueven
Siendo honesto diré que a mí, como terapeuta hay temas que no me motivan, como por ejemplo los problemas de pareja, y por tanto creo que en esos casos, a no ser que la demanda sea muy concreta, suelo derivar a otros psicólogos. Tampoco atiendo niños, porque no es mi especialidad, y porque requieren mucha intervención del juego, y una cierta habilidad terapéutica con ellos.
En cambio cuando me encuentro ante el sufrimiento humano producido por un trastorno obsesivo, por una depresión grave, por una falta de sentido de la vida, o temas similares entonces mi energía se despierta, mi mente se activa y la confianza en mí mismo crece. En muchas ocasiones intuyo, desde la primera sesión, el enfoque, el proceso y el resultado, y si percibo que será positivo, como así lo creo en la mayoría de casos, empiezo a interaccionar de manera libre y fluida con el paciente.
Saltar la teoría si es necesario para ayudar al paciente
Y mis conocimientos de psicología junguiana, así como todos aquellos otros que he ido adquiriendo a lo largo de años de estudio y experiencia se ponen al servicio del paciente y del mío como terapeuta, nunca al revés. Yo no sirvo una teoría, la teoría nos sirve a nosotros. Y si considero que me la debo saltar lo hago, porque lo único, exclusivamente lo único que me interesa es la curación del paciente. Todo lo demás me es completamente indiferente.
Quizás cuando sea viejo pueda explicar más cosas sobre lo que cura, incluso sobre lo que cura casos muy graves (ante los que supuestamente no hay nada que hacer). Hoy en día todavía es pronto, hay demasiados intereses económicos, demasiadas asociaciones, demasiado corporativismo, demasiada complacencia de la sociedad para aceptar la cronicidad y el sufrimiento perpetuo de muchas personas. Hoy no se puede hablar aún. Lo único que se puede hacer es, humildemente y casi en silencio, ayudar a aquellas personas que confían en uno para salir de su particular dolor.
Y cuando digo que no se pueden explicar ciertas aspectos de la curación no lo digo porque de decir algo tuviera la mínima repercusión ni influencia, sino porque es mejor, al menos para mí, no hacerlo. Y aquello que tuviera que decir tampoco sería nada que yo haya descubierto sino “aspectos” ya desvelados, publicados y escritos en cientos de ocasiones, y a través de diversas tradiciones milenarias, tanto místicas como culturales.
No hay nada de nuevo bajo el Cielo, todo está descubierto, simplemente hay que acudir a ello, y, quizás, saber “leerlo”.
Damián Ruiz.
Psicólogo (Col.7884)
Analista junguiano (IAAP)
Barcelona.