Hace poco tuve la ocasión de ver el documental “El ascenso de Jordan Peterson” sobre el célebre psicólogo clínico canadiense, ya había leído casi todo su libro “12 reglas para la vida” y visto algunos de sus vídeos en youtube.
Peterson, así como su esposa, me despiertan un enorme afecto, especialmente él porque, fundamentalmente, es un valiente, un hombre con coraje que dice lo que piensa, y lo que piensa está completamente alejado del marxismo, del nihilismo progresista, del relativismo y de las ideologías políticamente correctas, auténticas dictaduras del mundo occidental.
Este caballero, -eso es lo que es-, es anti fascista, anti comunista y por supuesto anti nazi, aunque en ocasiones es tildado, por parte de sus enemigos, como alguien de extrema derecha, cuando no es más que un liberal clásico, un liberal en la mejor tradición anglosajona y su discurso no deja de advertirnos continuamente del riesgo que existe, al debilitar excesivamente a una parte de la población, de que esta bascule hacia el fascismo.
No quiero extenderme sobre sus tesis, es mejor acceder directamente a su canal de youtube, o a las decenas de vídeos doblados o subtitulados, para darse cuenta que lo que está planteando es una fuerte defensa de los valores democráticos de la sociedad occidental así como la responsabilidad individual en la construcción de la propia vida.
Los que pensamos como él, somos conocedores de la causa que, desde una perspectiva intelectual, lidera, y sabemos que es ardua.
Creo además que, por informaciones leídas, su esposa enfermó, quizás gravemente, y él, en estos momentos está en Rusia desintoxicándose de cierta adicción a los ansiolíticos, ¿Quién puede soportar los terribles ataques a los que le someten sus enemigos, tremendamente poderosos, además de lo que le ocurre a su pareja con la que llevan unidos más de treinta años?
Es sólo un hombre, un hombre fuerte, pero hay ocasiones en las que las circunstancias pueden sobrepasar a una persona.
Cierto es que me sorprende su temperamento colérico y combativo, – en ese sentido me reconozco igual de firme en mis convicciones pero más contemporizador y empático con el que no piensa como yo-, y quizás esa sea la parte donde resida su punto débil pero aún así está llevando adelante algo que considera su deber: mostrarle al mundo, especialmente a los jóvenes, que la ingeniería social por muy sostenida que esté por el dinero y los medios de comunicación apenas tiene nada que hacer contra el orden natural de las cosas, porque una vez que este orden se active en las psiques de los hombres y mujeres que aún no han caído en la trampa del nihilismo, este último será vencido.
Y el orden natural de las cosas no debería vincularse con los factores de origen de ningún ser humano, -pues nadie debería ser discriminado fuera cual fuera su condición (género, etnia, clase social de nacimiento, religión u orientación sexual)-, sino con el hecho de que cada uno ocupe el lugar que le corresponde en la vida y en la sociedad.
Damián Ruiz.
Barcelona
Marzo, 2020.