Tratamiento de las Adicciones

Damián Ruiz

 

El tratamiento de la adicción a la cocaína es mi segunda línea de abordaje terapéutico en cuanto a problemáticas concretas. 

Si tuviera que decir cuál es el factor principal y más destacado de este modelo sería el no contar con la voluntad del paciente.

Evidentemente, en un momento dado, va a tener que aparecer dicha voluntad pero no en las primeras fases donde vamos a activarla pero no nos apoyaremos en ella.

¿Por qué? Porque la adicción, normalmente, se ha convertido en lo que, en términos junguianos, podríamos llamar un complejo autónomo (una especie de chip interno que se activa incluso de forma aleatoria). 

Es muy difícil que ante el poder que tiene sobre la psique, me refiero al consumo de la sustancia, se pueda contrarrestar simplemente con una voluntad firme.

  • Aclaro aquí que un tratamiento psicológico como este y para este problema, individual y semanal o quincenal, sólo es posible para niveles no excesivamente altos de consumo, por ejemplo para quien lo hace saliendo de fiesta, máximo una vez por semana y sin sobrepasar un gramo, más o menos. El adicto diario y de dosis más elevadas es preferible que se interne en un centro de deshabituación público o privado.

 

Y, por supuesto, en una mayoría de ocasiones habrá que contar con la colaboración de un psiquiatra para la toma de los psicofármacos adecuados-.

 

Entonces ¿cuál es la base de esta línea de trabajo terapéutico?

El despertar de la conciencia, es decir que el paciente no deje la adicción por voluntad sino por rechazo y porque no la necesita.

Y ¿cómo se consigue esto? A través de un trabajo de autoconocimiento, de maduración psíquica y de activación de elementos adormecidos de la propia identidad que subyacen a un nivel más consciente.

La intención es que la persona llegue a un punto en que empiece a conflictuarse y, por tanto, a dejar de tener sentido continuar con el consumo.

Otro importante es que no todos los pacientes tienen la capacidad de dejar el consumo de un día para otro, a no ser que estén en un centro de deshabituación y no tengan acceso a la sustancia, por tanto habrá que valorar un proceso de disminución progresiva pactado con dicho paciente.

La efectividad de la terapia se puede valorar en la medida en que el paciente, después de unas sesiones, -las primeras son un nuevo estímulo y, por tanto, no son válidas para comprobar si está funcionando-, empieza a sentir que “no quiere” consumir que es muy diferente a “que quiere” pero se reprime.

Esto no es un aspecto menor, “no querer” pero caer en la tentación siempre es mejor que “querer” y consumir.

En todo caso, como todo, es una terapia en la que hay personas a las que les ha ido muy bien y otras que quizás necesitan un modelo diferente, quizás más restrictivo, en un lugar interno y con unas pautas mucho más conductuales.

Pero para muchos pacientes ha sido un modelo terapéutico válido, eficaz, discreto y que además les ha ayudado a conocer otros muchos aspectos de sí mismos.

Damián Ruiz

www.damianruiz.eu

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