Hace poco tiempo leí la crítica de una lectora ante una noticia que hablaba del maltrato psicológico de algunos hombres a sus parejas femeninas, que parece ser es el único que existe, y refería a la virulencia social contra ese tipo de abuso, pero hacía hincapié en otro que, curiosamente, tiene una enorme tolerancia desde esta sociedad patriarcal y conservadora, el de los padres hacia los hijos, sean estos niños, jóvenes o adultos.
Padres que después se convierten en adorables “ancianitos” a la vista de los que no les han sufrido.
De vez en cuando, algún medio de comunicación, habla de la soledad de los viejos, con un tono reivindicativo y beligerante, y de paso nombra la tendencia a desheredar que está avanzando socialmente.
¿Se imaginan una mujer o un hombre, ya adultos, que han sido insultados, vejados, humillados (todos conocemos algún caso) toda su vida por el adorable progenitor al que tienen, ahora, que cuidar con entrega, amor y esmero para que su reputación no quede mancillada ante los ojos de aquellos que ven a los miembros de la tercera edad como si fueran personajes de Disney?
Esto ocurre con más frecuencia de lo que imaginamos porque se entiende que si un joven insulta o amenaza a su chica debe ir casi directamente al calabozo pero que si un viejo lleva toda la vida arrasando la psique de su familia eso debe ser tratado con mucha comprensión.
Soy de la teoría, ya explicada en otros artículos, que con la edad uno solamente aumenta más aquello que ya es. Si era una persona sensata y templada, lo es más, si era sociable quizás también, y si era una pesadilla, lo más probable es que se vuelva terrible.
Por tanto si nos volvemos objetivos y racionales lo que requieren todos aquellos que han pasado su vida incordiando no es más que gestión racional y práctica de su existencia. Es decir, si te han hecho la vida imposible, por más que los demás quieran justificarlo de otro modo, lo adecuado es, simplemente, ayudarles a hacerla sostenible en los últimos años de su existencia, sin más y sin remordimientos. Y eso dando muchas pruebas de tu generosidad.
A veces, algunos pacientes, sobre todo jóvenes, me han preguntado si existe la maldad desde un punto de vista intrínseco, es decir sin que sean las circunstancias la que la activen como actitud defensiva o vengativa. Y mi respuesta es sí, hay personas que tienden, de forma natural, a ello. Y lo explico diciendo que gentes que han sufrido vivencias similares o peores han sido capaces de trascenderse y “expiar” en sí mismas ese sufrimiento sin derivarlo a otros, mientras algunos desbocan toda su cólera y frustración sobre los más indefensos.
Añadiré algo, quizás políticamente incorrecto, por la misma razón que creo no se deben tener prejuicios negativos hacia un determinado colectivo tampoco considero que haya de haberlos positivos hacia otros.
Quiero decir con esto que hay personas de todas las características, empezando por la dicotomía “buenas y malas” en todos los grupos sociales, y por eso es necesario ir hacia el individuo. En este caso sería traducible a “hay ancianos buenos y otros malos”.
En resumen, nadie, bajo ninguna circunstancia, debería permitir ser abusado psicológicamente, porque no hay estado mental que lo justifique. Debido al deterioro cognitivo derivado de la edad algunas personas se vuelven “gruñonas” pero eso es muy diferente a aquellos que son intrínsecamente “malos” (rasgos psicopáticos y narcisistas)* y que se agudiza en la vejez.
Gestión, gestión y gestión, eso es lo máximo que uno debe hacer y si alguien opina lo contrario siempre puede venir a sustituirte.
Damián Ruiz
Barcelona, 23 de Junio, 2022
www.damianruiz.eu
*Para conocer más estos perfiles, sus actos y sus consecuencias, recomiendo leer el excelente libro de Marie-France Hirigoyen, “El acoso moral”.