Mucha gente se pregunta ¿Qué sentido tiene la monarquía en la sociedad actual?, ¿Por qué alguien por el solo hecho de nacer en una determinada familia tiene que ocupar la jefatura del estado en una sociedad avanzada? o ¿Para qué sirve un rey?
En los momentos actuales de profundo nihilismo y relativismo social, generadores de tanta psicopatología, todas estas preguntas podrían dar lugar a la misma respuesta: es una institución atávica, desfasada y llena de privilegios que no corresponden a las necesidades contemporáneas.
Pero bajo esta teoría subyacen otras, ocultas incluso para quien las defiende, y podría atreverme a enumerarlas:
- El universo tiende a la entropía, es decir al caos
- Igualitarismo, todos los humanos somos similares
- Materialismo social, no hay espíritu ni trascendencia más allá de la realidad captable a los sentidos, directamente o a través de sofisticados medios tecnológicos
- Creencia en el azar, la suerte forma parte sustancial de la realidad material de los seres y organismos vivos
Y estas creencias que acabo de enumerar llevan a considerar la institución de la que escribo como innecesaria, incluso injusta. Y es una posición respetable como no podría ser de otro modo.
Aunque también están aquellos que tienen una idea radicalmente opuesta de la existencia.
Y que se basaría en los siguientes preceptos:
- El universo es una estructura ordenada en la que subyace un orden matemático perfecto no reconocible, aún, para la razón.
- El azar no existe, nada es fortuito ni interviene la suerte. Todo lo que sucede tiene un sentido profundo y se basa en unos principios axiomáticos (verdades atemporales) que corresponden a las leyes que regulan tanto la naturaleza y el cosmos como la vida humana. Y toda unidad pertenece a un conjunto mayor y así sucesivamente, de tal modo que no solo participamos de nuestro propio devenir sino del de aquellos conjuntos a los que pertenecemos.
- Existe una predeterminación, no tanto un destino rígido y fijo, que corresponde a la interacción entre nuestra naturaleza genética y las circunstancias ambientales en las que vivimos. Por tanto existe un destino que puede cumplirse en función de nuestra profunda armonía con él, es decir de ponerse al servicio de ello.
Recordemos el famoso lema inscrito en el templo de Apolo en Delfos, “Conócete a ti mismo”, o la idea de “individuación” que utilizamos en el análisis junguiano. Porque lo primero, para saber a dónde nos dirigimos, es conocer quienes somos.
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- Los seres humanos no somos iguales. Y no por una cuestión de clase social, ni de sexo, etnia, religión, cultura, zona geográfica, nivel económico o profesional, no somos iguales porque mientras unos se disponen a trabajar para domesticar los aspectos inferiores de su ser, sublimando gran parte de ellos, otros se entregan a las formas más bajas de las pasiones humanas. De ahí que personas que provienen de circunstancias de partida terribles alcancen posiciones elevadas y otras, naciendo con todo a su favor, puedan llegar a autodestruirse.
- El principio de jerarquía es fundamental para la estructura y estabilidad de cualquier sistema. Solo desde el orden intrínseco de los organismos se puede alcanzar la estabilidad que permita el desarrollo de los individuos.
- Trascendencia y espíritu. ¿Es el ser humano un ser trascendente o su existencia es puramente material? ¿Son las tradiciones religiosas y místicas de la humanidad pura fantasía o corresponden a un saber y unos hechos profundos y significativos?
En mi opinión toda vida tiene sentido y la humanidad ha sabido captar y comprender, en forma, quizá, de metáforas y alegorías, lo que subyace en su esencia, y por ello ha podido desarrollar conocimientos que de uno u otro modo han elevado su naturaleza animal hasta alcanzar, en determinados casos, cotas de profunda espiritualidad.
- Símbolo. El concepto símbolo significa etimológicamente aquello que une. Los símbolos son necesarios para vincular a una población, para proporcionarle un sentido y para ofrecer un receptáculo a partir del cual proyectar y recibir la sensación de pertenencia.
El concepto opuesto a símbolo es diabolo (diablo), aquello que separa y escinde, que rompe y fractura. Ni que decir tiene que la sociedad en la que vivimos está regida por dicho significado metafórico. No es que haya un ente con cuernos y rabo, simplemente está simbolizada por dicho significado.
- Hibris. En una sociedad con claras tendencias psicopáticas y narcisistas, el concepto de Hibris, soberbia y arrogancia, está profundamente arraigado. Fijémonos en la política, donde prevalecen el marketing, la estrategia cortoplacista, y en la que abundan, -no todos por supuesto-, líderes narcisistas interesados en el brillo de su propio ego o en la destrucción de aquello que configura el orden social. Tomemos consciencia de la enorme distancia entre las dificultades de la población y de sus necesidades y las prioridades de ciertas élites políticas. Esto no sucede solo en un país, sucede en muchos países.
Por tanto, la institución monárquica, el rey, representa un símbolo de unión que no solo vincula a la población actual con el presente, sino con el pasado y con el futuro.
Para que el rey sea símbolo es necesario que esté arquetipado, es decir que se configure como tal, con el profundo poder intrínseco que confiere este rol en concreto. Y por más que las dificultades se acumulen, que las circunstancias sean adversas, o que sus enemigos, como es el caso actual en España, generen de forma permanente una campaña de acoso y derribo, si su esencia permanece fuerte, él o ella permanecerán.
Los arquetipos son, en la medida de quien se encarna en ellos, extraordinariamente fuertes. Simplemente requieren no ceder a veleidades estratégicas.
A nivel práctico un rey o reina constitucionales y democráticos, con un papel moderador o regulador, representan la garantía de que, en caso de llegar algún psicópata al poder mediante estratagemas maquiavélicas, este tendrá que rendir cuentas no ante una persona sino ante un símbolo arquetípico, y quizás sea el freno para evitar los actos de destrucción que estas figuras patológicas siempre acarrean.
Por tanto, la monarquía no es gratuita, se vincula al destino, a una visión trascendente de la existencia, a una creencia de que hay un orden intrínseco a la vida, al principio de jerarquía y a imposibilitar la llegada de figuras titánicas que pretenden pervertir el orden intrínseco de las cosas.
Lo diabólico, desde una perspectiva metafórica, está ganando la batalla, no cabe duda, y sus “sirvientes” pretenden destruirlo todo, instituciones, creencias, identidades, modelos de vida,…para instaurar el caos y la atomización egocéntrica y solitaria de los individuos, puros consumidores perdidos en su reactividad.
Y para ganar al relativismo, al nihilismo y a sus leyes de ingeniería social solamente debemos “permanecer” y defender todo aquello que desean derribar.
Nuestros símbolos son el gran bastión contra lo diabólico.
Tomemos conciencia.
Damián Ruiz
Barcelona, 3 de Marzo, 2021