Psicólogo y Analista junguiano en Barcelona y online.

10 julio, 2020

La culpa como mecanismo necesario para dejar caer nuestra civilización

Estamos siendo adiestrados para poder asumir, de forma tranquila y contemplativa, diríamos anestesiada, la progresiva demolición de nuestra civilización. No es una idea extraña, simplemente es la constatación de todo aquello que se nos está indicando que pensemos, y no de forma voluntaria sino obligatoria.

Hoy leía en varios diarios nacionales la noticia de que un grupo de intelectuales, entre ellos el poco sospechoso de ser conservador Noam Chomsky, está preocupado por la deriva de cierto activismo progresista .

Y es que el hecho de que consideremos no sólo reprobables, sino retrógradas y antisociales, punibles incluso, cuestiones como el racismo, el machismo o la homofobia, no indica que tengamos que aceptar todo el cuerpo teórico ideológico relativista, constructivista y neomarxista que, por parte de algunos sectores, se quiere hacer extensible a muchos más temas.

A estas alturas, cualquier persona con cierto nivel de inteligencia y evolución socio-cultural, debe o debería entender que las personas somos iguales independientemente de la etnia de pertenencia, que hombres y mujeres debemos tener los mismos derechos y oportunidades y que las diferentes orientaciones sexuales deben considerarse normativas dentro de la especie humana-.
El problema es que la izquierda radical, en unión con el capitalismo más salvaje, está tratando de pervertir los valores de la sociedad con el fin de aniquilarla y transformarla en un paraíso tecno-científico de individuos atomizados y consumidores compulsivos, pero para ello es necesario destruir todos los iconos, y se hace necesario activar el mejor mecanismo de control que pueda existir sobre un individuo: la culpa.

La culpa debe ser inoculada mentalmente en todos los jóvenes de Occidente, especialmente en los varones.

Esto nos lleva a un proceso paulatino de neutralización colectiva y esterilización cognitiva, de tal manera que el terreno queda abonado para una intervención quirúrgica de acoso y derribo contra los pilares de nuestra cultura.

Por poner un ejemplo, las diferentes iglesias cristianas de fuerte envergadura: católica, protestante y anglicana pueden empezar a ver mermada su credibilidad, mediante una corrosión progresiva de sus fundamentos si no aceptan los cambios internos que, más tarde o temprano, las llevarán a desaparecer. O ataque directo o lento suicidio, en todo caso no hay alternativa a su desaparición. Y esto afecta o afectará a muchas más instituciones que hasta ahora considerábamos inamovibles.

Pero a partir de los conceptos anteriormente mencionados (machismo, racismo, homofobia – MRH) se construye todo un compendio ideológico paralizante y ante el cual creo que estamos obligados a rebelarnos a no ser que queramos ser cómplices de la destrucción cultural que se está pergeñando en estos momentos.

-Tengamos en cuenta una realidad histórica, cuando cae una civilización surge otra que ocupa su lugar. Es decir todos aquellos buenistas que creen en la paz mundial como mantra, deben saber que, si cae Occidente, será China quien ocupe ese lugar, con todas las implicaciones que ello supondrá, especialmente en cuanto a libertades sociales e individuales-.

Por eso cualquier joven, más los varones, sabe que para “sobrevivir” su espontaneidad debe quedar completamente anulada pues es susceptible de ser acusado de cualquiera de estos tres conceptos (MRH). Sabe que debe pensar y expresarse de modo manso, más bien sumiso, en el ámbito social para no sentirse culpable de no empatizar con cualquier expresión colectiva que provenga de ciertos sectores.

Pero quiero hacer hincapié en algunas ideas que no deberían generar confusión y que están haciendo estragos en las psiquis individuales y en la colectiva:

No ser MRH no significa que tengas que aceptarlo todo, por ejemplo, personalmente no considero que ninguna raza o etnia sea superior o inferior a otra pero no estoy de acuerdo con la inmigración ilegal descontrolada (sí ordenada), ni con la pérdida de nuestra identidad cultural colectiva. Estoy a favor de la absoluta igualdad entre hombres y mujeres aunque no soy partidario del aborto libre, o sí en determinados casos. Creo que cada sexo tiene diferencias bioquímicas y estructurales a nivel cerebral y no entiendo determinados postulados del feminismo más radical, y considerar que la homo y la bisexualidad son variaciones “normativas” del ser humano no me obliga a ir más allá en mi concepción biológica de la especie humana.

Todo ser humano, sea como sea, debe merecer nuestro máximo respeto, debe ser aceptado como miembro pleno de nuestra comunidad y debe ser percibido como él o ella quiera definirse en su identidad pero, al mismo tiempo, tenemos que mantener el derecho a poder diferir en nuestras opiniones y expresarnos en libertad, de lo contrario existe el riesgo, como ha advertido en muchas ocasiones Jordan B. Peterson, de una reacción de orden fascista que emerja como contraposición a una nueva dictadura ideológica por parte del progresismo más radical.

Merece la pena preservar el equilibrio en nuestra civilización y eso pasa, porque desde el respeto a la dignidad de todas las personas, preservemos el derecho a no estar de acuerdo.

Si la culpa se sigue inoculando puede que llegue un momento en que todo estalle y volvamos muy atrás.

Damián Ruiz

Barcelona, 8 de Julio, 2020

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