Visita de los Reyes de España a Gran Canaria, Junio, 2020
Fuente: El Periódico.
Dentro del compendio de conceptos de la teoría junguiana cabe resaltar el de “arquetipo” (según la RAE: Imágenes o esquemas congénitos con valor simbólico que forman parte del inconsciente colectivo). Fijémonos en la palabra “congénito” y volvamos al diccionario de la Real Academia: Connatural, como nacido con uno mismo.
Es decir algo que “es” y que además está cargado de simbolismo.
Vayamos con la foto. La figura del Rey de España, uno de las configuraciones arquetípicas más fuertes dentro del inconsciente colectivo occidental, está saturada de valor simbólico, y eso es independiente del momento histórico en el que ese rol se desempeñe.
Pero para que un arquetipo esté activo, la persona que lo encarna debe configurarse en él, en caso contrario se sustenta el título pero la fuerza que ejerce el símbolo sobre las psiquis de los habitantes de un determinado territorio queda completamente mermada.
Por tanto, en el momento en que eso ocurre la persona del rey queda diluida y a merced de las circunstancias.
Es ahí cuando aparecen los estrategas.
“¡Majestad, tiene que hacerse ver!” , me imagino que le dirían los expertos en marketing y comunicación de la Casa Real, “¡Salgan, paseen como quien no quiere la cosa!”. Un día en el Puerto de Santa María, otro en Torrevieja, y al siguiente en Castelldefels, naturalidad, campechanía, frugalidad, simpatía, todo muy cotidiano, que hay que comer jamón, se come, que hay que hablar de las niñas, se habla, que preguntan cuándo pasará lo del Covid, pues se dice una fecha aproximada, y se añade que hay mucha gente trabajando en ello, y ale… a casita. Baño de masas, de esas masas tan reactivas que hoy pueden ser monárquicos, mañana republicanos y pasado reptilianos, depende. La idea fundamental que debe quedar es la de “¡Qué majos que son los reyes,… y sencillos!”.
Porque si algo le gusta al pueblo, en el sur de Europa, es que sus élites sean eso, sencillas y cercanas.
Pero es un error.
Estar a merced de los vaivenes de la opinión pública para un cargo que es vitalicio puede generar un exceso de acomodamiento a la reactividad emocional de los otros, y por tanto acabar no teniendo ningún sentido la figura que encarnas.
En este caso al rey se le ve más cómodo que a la reina, se puede percibir en su mirada una mezcla de afecto y simpatía por ese ligero exotismo con el que se manejan en la vida social sus “súbditos”. Ella está, por familia, un poco más cerca de esas costumbres populares, de las que se ha querido elevar y prescindir a toda costa, ¡cuanto trabajo y cuánto tesón!, pero que no le permiten estar nunca relajada.
En todo caso ambos, -personalmente no me caen mal, independientemente de estar o no de acuerdo con la monarquía como sistema político-, están jugando con fuego al basar su permanencia en la simpatía del pueblo ya que este en momentos donde las instituciones tambalean, la historia se cuestiona, hay una tendencia al igualitarismo ramplón y a sospechar de todo lo que no sea producto de la histeria colectiva y de la ideología que la acompaña, puede girarse de un día para otro.
En contraposición la reina de Inglaterra, Isabel II, sabe mucho mejor que lugar debe ocupar en la psique de los habitantes de la Gran Bretaña y de la Commonwealth: el de “Reina”.
Cierto que ha tenido que hacer alguna concesión, ahí está la celebración de su 92 cumpleaños en el Royal Albert Hall de Londres, donde al final bajó a pista y lanzaron globos y confetis mientras el público le cantaba “Cumpleaños feliz”, todo eso transmitido por televisión. La cara de la soberana era la misma que si a un niño de cinco años le contratas a un cantante de lieders de Schubert para amenizar una fiesta con sus amigos, igual.
Pero de esto concede poco, lo justo para no quedar como la persona sobria y altiva que es, lógicamente por otra parte.
En todo caso la razón esencial de cada figura arquetipal estriba en ser aquello que uno es y no tanto, aunque puntualmente haya que hacer algo, en estrategias dirigidas a causar una buena impresión, porque esto esclaviza y desvirtúa la función esencial que tiene cada uno consigo mismo.
Llevado al término individual, al de los comunes mortales como usted y como yo, no hay que dudar en que la mejor estrategia es aquella que pasa por el descubrimiento de su arquetipo principal, y de algunos complementarios y de su esencia, de aquello para lo que nació, -y no todos nacimos para lo mismo-.
Sea fiel a sí mismo, desarrolle aquello que hay en usted y olvídese de la reacción primera del entorno, hay muy pocos que lo hacen, pero aquellos que tienen el valor de perseverar y construir un fuerte arquetipo (no inflado por el ego, eso es narcisismo banal) alcanzan el lugar que les corresponde.
Verán zozobrar la corona española, y verán la solidez de la británica, esa es la diferencia de quienes apuestan, fundamentalmente, por la estrategia de quienes lo hacen por el arquetipo.
Damián Ruiz.
Barcelona, 29 de Junio, 2020.