La homosexualidad es una de las orientaciones sexuales del ser humano y de la que participan entre el 5 y el 10% de la población mundial. Dentro de ese porcentaje existe un continuum que va de la homosexualidad pura, pasando por la bisexualidad y llegando a una heterosexualidad con alguna atracción por el mismo sexo.
La orientación sexual es un constructo, en psicología un factor intrínseco a la persona y que no es ni variable ni problemática y mucho menos un trastorno psicológico originado en la infancia (la típica y tonta ecuación de padre ausente y/o autoritario y madre sobreprotectora, y de la que de ser así el setenta por cien de la población mundial sería gay).
Por tanto la homosexualidad o la bisexualidad son tan normales como la heterosexualidad.
Y por supuesto las terapias de conversión no solamente deberían estar prohibidas sino claramente penalizadas, así como sus inductores, entre otras cosas porque lo único que consiguen es generar un enorme sufrimiento a aquellas personas que se someten ellas, en muchas ocasiones bajo presión, obligados a una “vuelta al armario”, es decir a vivir toda la vida disimulando. ¿Alguien cree que los casos supuestamente exitosos de este tipo de terapia se han vuelto heterosexuales o simplemente se han adaptado al entorno para no tener que soportar el rechazo y el desprecio continuo? Sería algo muy parecido a los obligados “adictos al régimen” en estados tiránicos y autoritarios, o se someten o pueden acabar torturados o en la cárcel.
La normalidad de la homosexualidad
A los que se cuestionan los actos sexuales de esta orientación sexual, -“porque en el mundo animal no existen”, que sí que existen, y no solo por ausencia de hembras o de machos en el clan, sino porque forman parte de la actividad de la naturaleza-, habría que preguntarles si todas las prácticas sexuales que realizan se limitan al coito, porque hay muchas otras cosas con las que la gente juega o jugamos que no son sólo eso, y no sé si los chimpancés, por poner un ejemplo, las practican. Es decir, si nos ponemos estrictos sólo habría una práctica sexual, y en una sola posición, máximo dos si no se padece de lumbalgia.
Además esta orientación ha existido y existe desde el origen de los tiempos, en todas las épocas históricas, en todas las culturas, en todas las naciones. Pero entenderemos que donde no son visibles no es que no exista sino que les matan o les torturan, y claro será difícil ver a dos chicos o dos chicas paseando de la mano por Teherán, porque a diferencia de lo que pasaría en Barcelona o Amsterdam, donde lo máximo que puede suceder es oír el exabrupto de algún energúmeno, existe la posibilidad que sea la última vez que vean la calle.
Pero ¿cuál es la lógica de la homosexualidad?
¿Se imaginan que la única función de los seres humanos fuera procrear, sólo procrear? ¿Que desde que existimos como especie no hubiéramos desarrollado el arte, la ciencia, la escritura, el pensamiento lógico, la navegación, la aeronáutica…? Sólo tener hijos.
Si con todo lo que hemos hecho ya somos unos 7.700 millones de personas, ¿Cuántos seríamos si nos hubiéramos dedicado exclusivamente a ello? Viviríamos todos de pie de forma permanente, no creo que hubiera sitio para estirarse.
¿No es lógico pensar que la propia naturaleza se autorregula? ¿Qué más allá del trauma freudiano, para los que creen en esa desfasada teoría, hay un componente bio-social inteligente que hace que un sector importante de la población, por diferentes razones, no tenga hijos, afortunadamente?
Y, por tanto, la homosexualidad no deja de ser un factor sustancial del progreso de la humanidad. ¿Por qué? Porque el enfoque desde que se percibe la vida puede generar la creación de elementos complementarios a los más tradicionales y de algún modo, en caso de no tener que vivir bajo una presión y hostilidad continua, amplificar las posibilidades evolutivas del conjunto.
Siempre digo que si elimináramos de las enciclopedias a todos los homosexules y bisexuales (hombres y mujeres) que han hecho algo significativo en la historia estas se reducirían aproximadamente a la mitad.
El culo
Hace poco leí un ensayo crítico con Foucault (El puto San Foucault, François Bousquet), en el que hablaba de una cierta tendencia social actual, algo perversa para el autor, que definía como “fetichismo del culo”, y pensé que era cierto, eso existe. El culo, femenino o masculino, se ha convertido en los países desarrollados, en un elemento erótico tan significativo como los genitales de ambos sexos o los pechos de las mujeres. ¿El culo? ¿Pero no sirve para sentarnos y para…? ¿Por qué de repente nos interesan los culos? ¡Qué escándalo! Y además no sirve para procrear.
Entonces ¿por qué nos parecen eróticos? Por evolución, porque el cerebro humano, nuestro córtex se ha vuelto, con los siglos de civilización, mucho más sofisticado y tendemos a construir imágenes sensuales o sexuales cada vez más elevadas, más alejadas de lo básico, y es por la misma razón que un montón de hierro iluminado y que en su conjunto mide más de 300 metros y pesa unas 7.300 toneladas nos puede llegar a emocionar por todo lo que simboliza y todo lo que proyectamos en ella cuando paseamos por París.
Y ¿qué culpa tiene el culo de haberse convertido en objeto de deseo con lo sencillo que sería seguir con esa única práctica y en una sola posición, o dos máximo?
El culo representa en sí mismo el proceso evolutivo de una sociedad que trasciende lo básico, lo hacemos en tantas áreas de nuestra vida para significar tantos elementos, que vistos por un mono no dejarían de ser pura materia, que al hacerlos sofisticados nos hacemos más agradable la existencia.
También sería bueno saber que hay muchas parejas heterosexuales, hombre y mujer, a los que les gusta jugar erótica o sexualmente con esta parte de ambos, y muchas homosexuales, masculinas o femeninas, que no practican la penetración anal.
Es decir, por suerte, los tópicos se van disolviendo.
Claro que Ethan Hawke, el famoso actor norteamericano, excelente por cierto en el ciclo que inicia la película “Antes del amanecer” (Richard Linklater, 1995), insinúa en su libro “Reglas para un caballero” que hay zonas del cuerpo que es mejor no explorar, e imagino que no se refiere al ombligo.
Por eso cada uno es libre de hacer con sus posaderas lo que quiera.
¿Por qué genera tantas resistencias y tantos enemigos la homosexualidad?
Uno de sus principales enemigos son los homosexuales homófobos (varones principalmente), que son legión. Lo perciben como una debilidad o una vergüenza y se convierten en estrictos, ultraconservadores, hiper religiosos, controladores de la moral, rígidos, se hacen muy masculinos con todos los tópicos y estereotipos posibles. Pero tienen un problema y es que no puede haber un ápice de intimidad afectiva o amistosa con otros hombres, y mucho menos ninguna manifestación sensual, porque en caso de que se presentara esta circunstancia podrían, literalmente, explotar, echarse encima del objeto de deseo o huir a los confines del mundo. Por tanto ya procuran que no haya ni asomo de nada que pueda hacer referencia a la homosexualidad en su entorno más inmediato. Están tan sobreadaptados que la sola presencia cercana de un hombre atractivo les podría inquietar, ya no digamos si les guiña un ojo.
Pero luego están los defensores del patriarcado, -he de reconocer que yo antes era más conservador y creía que las estructuras sociales eran necesarias-, pero al ver las características prototípicas de muchos patriarcas, pensé que ésta estaba obsoleta.
Un apunte, la gente cuando se hace mayor se convierte en aquello que ya era pero en estado agudo. El hombre bueno, acentúa su bondad, el compasivo se hace sabio, pero el egoísta se vuelve egocéntrico, el rígido, tirano y el tonto, tonto del todo. Por tanto nos encontramos con viejos de toda índole, y el patriarcado, por desgracia, en muchos casos, sirve y ha servido de excusa para un machismo y una homofobia considerables-.
Hay un sector, también no minoritario, que cree que la homosexualidad “se pega”. Es decir que la gente se hace homosexual o bisexual porque ve a otros que lo son. ¿Qué habilidad para manejar nuestro cerebro reptiliano, no? Resulta que podemos cambiar nuestros instintos y pulsiones exclusivamente por imitación…No, nada más alejado de la realidad. Como escribí anteriormente la orientación sexual es un constructo, es decir es intrínseca a cada individuo, y es verdad que uno puede experimentar un día algo que no corresponde a su ser, -yo también probé las ostras hace muchos años por curiosidad, aún sabiendo que no me gustaban y no me gustan-(*).
Por tanto quien es heterosexual, aunque viva entre gays o lesbianas, lo seguirá siendo.
Luego están los que consideran que relajan la moral social y hacen que las estructuras tradicionales como la familia se deterioren e inicien un proceso de decadencia de la nación, y por ende, de la civilización.
Mala sociedad es aquella que para poder existir debe reprimir a una parte de su población.
En un país todo el mundo debe estar integrado y reconocido, jamás ignorado ni apartado, y después la legislación puede ser diversa pero siempre respetuosa con la diversidad de sus habitantes.
Además no creo que en la antigua Esparta, cuando se potenciaba el amor homosexual entre guerreros para hacerlos más corajudos, se pudiera decir que esta condición debilitaba a la sociedad, quizás al contrario, la fortalecía.
Por tanto el lugar que se adjudica a cada grupo, la dignidad que se le confiere, también puede ser una medida de lo que ese sector aportará al conjunto.
Homosexualidad y homosentimentalidad
Hay una vida homosexual que podríamos considerar aberrante y que destruye la esencia de la persona y es la que se basa en una promiscuidad compulsiva, hipersexualización, prácticas fetichistas de consumo habitual, fiestas donde se mezclan drogas y sexo con extraños, búsqueda ansiosa de nuevas parejas sexuales, etc.
Y hay una vida homosexual digna que integra el componente afectivo y que busca establecer unos vínculos emocionales más o menos estables.
Una vez un paciente gay joven me dijo “me da miedo hacer pública mi condición, no tanto por lo que puedan pensar o hacer mi familia o amigos, sino por verme obligado a lanzarme a ese mundo donde todo es tan incierto”.
Hoy en día todas las relaciones son inciertas, la histeria y el narcisismo individualista hacen que cualquier compromiso pueda ser efímero, esa es la realidad. Pero creo que nadie debe conformarse con nada que no esté a la altura de sus principios.
Una persona homosexual no tiene porqué, si no lo desea, aceptar el poliamor (que aburrido concepto y cuanto padecimiento genera), ni los trios, ni las parejas abiertas, ni vivir en un filo pendiente de que los numerosos encuentros de la pareja acaben o no en relación sexual.
Por otra parte la condición homosexual no convierte a la persona en “gay” (alegre) sino que puede ser alguien austero, sobrio y amante de los bosques, por decir algo, y completamente alejado de lo que los franceses, de modo crítico, han llamado la “gayttitude” (es decir una visión frívola y dionisíaca de la existencia).
Tampoco convierte a la persona en alguien de izquierdas obligatoriamente, ni neomarxista, ni relativista, ni ateo, ni tiene porque sentirse vinculada ni identificada con todo el rosario de letras del acrónimo LGTBIQ+, ni tiene porque ir a ningún desfile, ni sentirse identificada con el “orgullo”, o sí.
En definitiva lo que pretendo decir es que la condición hetero, homo o bi no debe ni debería llevar ningún apéndice ideológico incrustado. Cada persona debe ser libre y decidir qué tipo de vida quiere llevar.
El autoengaño y la no aceptación de uno mismo
Con la orientación sexual cada individuo debe hacer lo que considere oportuno, cada uno debe buscar su propio equilibrio en el que predominará, en función de las circunstancias personales, uno u otros factores. Lo que, de ningún modo se puede hacer, es autoengañarse o no aceptarse a sí mismo, porque ahí se genera una gran neurosis personal, un enorme conflicto.
Se puede decidir todo, desde llevar una vida en soltería, hasta tratar de formar una familia con una pareja del mismo sexo, decírselo a todo el mundo o no decírselo a nadie, todo es factible, todo menos, e insisto en repetirlo, el autoengaño y la negación.
Conozco homosexuales, hombres y mujeres, felices con estilos de vida completamente diferenciados, desde una vida de estudio hasta una vida plena con niños adoptados, personas militantes de la causa, y otras tremendamente discretas, pero todos y todas tienen algo en común, saben lo que son, se aceptan, se respetan y deciden qué hacer con sus vida, no desde el miedo sino desde sus convicciones más profundas.
Un apunte sobre el TOC de contenido homosexual
En mi consulta trato a muchos pacientes con trastorno obsesivo de contenido homosexual y puedo garantizar que el cien por cien son heterosexuales porque justamente aparece esta sintomatología por disonancia con la verdadera naturaleza de la persona. Además hay una gran diferencia entre la persona que sabe que es homosexual y está en conflicto consigo mismo por ello y la persona con TOC que se pasa el día comprobando si lo es o no y buscando pruebas en un sentido y en el otro.
Repito, el homosexual sabe que lo es pero está en conflicto, la persona con TOC homosexual está en comprobación permanente, y por tanto como nunca puede verificar, mientras sufre este trastorno, si lo es o no, porque acumula datos en un sentido y en el contrario, acaba en un estado ansiógeno muy elevado.
He ayudado a muchas personas homosexuales a integrar su orientación y a vivirla con naturalidad, y también a muchas personas con TOC homosexual a liberarse de ese trastorno y vivir tranquilamente su heterosexualidad.
En resumen
Las condiciones de homosexualidad y bisexualidad son consustanciales a la naturaleza humana, y por tanto, aunque minoritarias, normales.
La homosexualidad debe aceptarse social e individualmente, y no tiene porque vivirse desde la estereotipia (algo a lo que se ven obligados muchos en zonas geográficas ultraconservadoras, de modo que aceptan el insulto público a cambio de que les dejen en paz, pues no hay nada más perturbador para un homófobo primario que un homosexual que no lo parezca).
La orientación sexual no proviene de un trauma, no es un trastorno, ni una patología, es una condición sana producto de la evolución de la especie y la sociedad.
Cada uno debe vivir como quiera su condición sexual pero siempre desde la auto-aceptación y el respeto por uno mismo.
(*) Es literal, no una metáfora
Damián Ruiz.
Barcelona, 22 de Junio, 2020.