El caso catalán o ¿qué harías si tu lengua materna estuviera en peligro de extinción?
El lenguaje estructura nuestro cerebro cognitivo, es decir, el pensamiento.
De ahí que podamos deducir que cada idioma genera una forma distinta de afrontamiento de la realidad, especialmente del mundo externo, pero no solo eso, también de cómo nos pensamos.
Las lenguas que se hablan en el mundo suponen una enorme riqueza colectiva, generan diferentes perspectivas, conectan con planos diversos de la existencia y permiten un enriquecimiento mutuo entre las diferentes comunidades.
La cuestión es cómo preservarlas.
Damos por hecho que, de seguir esta inercia, al final acabarán quedando cinco o seis idiomas: inglés, español, mandarín, hindi, árabe y quizás ruso.
- Actualmente en el mundo hay más de 7.000 idiomas hablados por, al menos, 100.000 personas, y alrededor de 200 idiomas por más de 1.000.000 de personas-.
Y es que si una comunidad habla inglés va a crear un mundo muy parecido a la estructura gramatical, sintáctica y fonética de ese idioma, muy diferente a si lo hace en chino, incluso en francés.
Fijémonos en algo puramente intuitivo, al escuchar la dicción inglesa, así como la cierta sencillez de su sintaxis, podemos ver una tendencia al pragmatismo, incluso a cierto reduccionismo…deduzcamos de ahí la configuración de su sociedad, tanto la británica como la americana.
Vayamos ahora al francés: ampuloso, sofisticado, más complejo, mucho más adornado…deduzcamos también.
Son ejemplos básicos.
Por eso cuando una lengua desaparece no es solo ella la que pasa a la sombra del inconsciente colectivo, -en realidad creo que todo permanece de forma intemporal pero en un estado no material (aquello que ha tenido “cuerpo” ha configurado realidades que dejaron huella y, de un modo u otro, persiste a través de nuevas generaciones)-.
Aún así el mundo se empobrece y todos los símbolos, ritos y tradiciones que están vinculados a una parte del conocimiento también se diluyen. ¿Podemos entender por qué determinadas comunidades sufren y luchan para preservar su lengua? En ella, de algún modo, viven sus ancestros, y todo una herencia cultural, material y espiritual puede dejar de existir.
Aún así hay lenguas con Estado, el caso de Francia, con una parte de la población musulmana proponiendo que el árabe forme parte de la cultura francesa, y luchando contra la tremenda fuerza del inglés, en principio mucho más “cool” para los jóvenes…cine, música, videojuegos…
Francia invierte ingentes cantidades de dinero para preservar la lengua, la cultura y un determinado estilo de vida. El problema es que el francés ha dejado de ser un idioma necesario para la comunidad internacional y se ha ido convirtiendo progresivamente en un idioma de culto; da un cierto toque de elegancia, incluso de estatus a aquellos extranjeros que lo dominan. Pero esto no es suficiente.
Ahora vamos al caso catalán.
Cataluña tiene una identidad cultural muy definida que incluye su idioma, el catalán. No voy a entrar en consideraciones históricas porque hay historiadores de prestigio que defienden que es una nación colonizada por otra, España, y otros que consideran que forma parte de esa misma nación de forma natural desde la unificación de las coronas de Castilla y Aragón por parte de los Reyes Católicos.
Un apunte personal, como ya he dicho en múltiples ocasiones, yo no soy independentista. Otra cosa es que sí estoy a favor de la preservación y defensa de la identidad propia de Cataluña, que incluye su idioma. Pero vamos a ver qué ha pasado, muy brevemente, en los últimos cien años.
La segunda república queda finiquitada tras el golpe de estado del general Franco. – España tiene mucha tendencia a polarizarse, probablemente más que ningún otro país del mundo, y cuando la izquierda o la derecha se van a un extremo, el otro se reactiva como un vaso comunicante, y el conflicto está servido. ¡Aviso para navegantes! –
En la segunda república el catalán era el idioma habitual de la ciudadanía de esta comunidad pero llega Franco y lo prohíbe, y hace dos cosas muy inteligentes (es curioso ese hombre al que no se le concibe precisamente como una intelectualidad lo astuto que era): una ayuda al desarrollismo industrial de Cataluña , estableciendo una especie de pacto implícito con su burguesía (esos que después, por arte de birlibirloque, se hicieron nacionalistas catalanes de un día para otro, finalizada la dictadura, cuando una gran mayoría estuvieron más que contentos con el anterior régimen) y la llena de nacidos en otras partes de España, especialmente andaluces, murcianos y extremeños. Dos pájaros de un tiro. Tiene contentas a las élites y disuelve, de un plumazo, la prevalencia de la lengua y la identidad.
El carácter catalán es prudente y reservado y, entre que tienen el idioma prohibido y les llenan el espacio geográfico de inmigrantes, pasan a hablar español de forma masiva excepto en el ámbito privado. ¡Ahora pongámonos en su lugar! Tu idioma, tu cultura y tus tradiciones pasan a ser consideradas secundarias, casi rarezas, ante lo nuevo que ha llegado.
Bien, acaba la dictadura, España es una fiesta, especialmente los 80. Y hay que reconstruir Cataluña.
El nacionalismo se hace hegemónico y el catalán empieza a ser considerada una lengua de prestigio. Hay cierta bonanza económica…y progresivamente se va implantando el idioma autóctono en las escuelas. El catalán avanza, se crea la inmersión lingüística, parece que todo el mundo está de acuerdo.
Pero… las áreas metropolitanas de Barcelona ya no están formadas sólo por una mayoría de personas sin apenas formación, trabajadores de base venidos de otras partes de la península. Ahora ya hay universitarios, profesionales,…en definitiva nuevas clases medias que hablan, fundamentalmente, español y que tienen dificultades para integrarse en el imaginario colectivo catalán.
- A diferencia de los vascos, que han sido mucho más combativos, por decirlo suavemente, pero cuyo temperamento es más corajudo, noble y directo, algo, en el fondo bien percibido por el resto de España, el catalán se percibe como pusilánime, mezquino, interesado.. y, digámoslo así…cae mal. Barcelona y Cataluña enamoran pero no sus habitantes autóctonos. –
Esas nuevas clases medias empiezan a empoderarse, y yo que tengo la fortuna de haber atendido en mi consulta psicológica personas de todos los ámbitos, veo como los unos y los otros empiezan a hablarme como si fueran de comunidades distintas: los catalanes, los españoles, jóvenes en su mayoría, nacidos aquí.
Nacen nuevos partidos políticos que saben captar y aprovechar estas circunstancias, y la comunidad acaba dividiéndose y polarizándose.
Y nos encontramos con que ahora, de facto, hay dos comunidades.
Los unos, los nacionalistas, llegan a la conclusión de que o se independizan o se diluyen y desaparecen ante la fuerza y la predominancia del español. Los otros empiezan a percibir al mundo nacionalista como pesado, insistente y les empieza a generar cierto rechazo.
La sociedad se tensiona, y desde el independentismo más exacerbado se plantea, secretamente aunque de modo más o menos público, la posibilidad que solo ante un estallido civil, con posibilidad real de guerra entre partes, los organismos internacionales podrían intervenir, forzando a un referéndum que, si no a la primera, tarde o temprano se ganaría.
Dentro de la comunidad, el españolismo ignora y se distancia del nacionalismo, al tiempo que este último cada vez percibe con más ira la indiferencia y la expansión de los primeros.
Coniunctio oppositorum, la conjunción de los opuestos, según la tradición alquímica cristiana, esa sería la única solución. Un estallido civil en forma de conflicto podría generar graves consecuencias, los organismos internacionales no siempre actúan con celeridad, y un referéndum pactado, dada la correlación de fuerzas en el parlamento español puede esperar décadas.
Las dos comunidades deben conocerse y reconocerse, si no lo hacen así la situación acabará enquistándose. Si predomina el desprecio de los unos sobre los otros, el español y lo español se acabará imponiendo, llenando de resentimiento a una parte de la población y, por la otra, sentirán que los nacionalistas les miran con altivez y condescendencia lo que hará que defiendan cada vez con más fuerza posiciones centralistas.
En definitiva la única vía, creo, para resolver este conflicto es la de renunciar a la independencia a cambio de involucrar a toda la comunidad no solo en la defensa de la lengua, la cultura y la identidad catalana sino también en la integración de esta en el modus vivendi de todos los habitantes de Cataluña.
Stefan Zweig (1881-1942), el memorable escritor austríaco que, en tanto que judío tuvo que huir a Brasil, junto a su esposa, escapando de los nazis, acabó suicidándose. Probablemente por la tristeza y la soledad pero también porque su mundo, ese mundo de ayer que tan bien narró en una de sus obras, había dejado de existir. Y él ya no pertenecía a nada.
Cuando muere una lengua, una cultura, muere un trozo de cada uno de nosotros, vivamos donde vivamos, y sí…quizás en este mundo narciso y tecnológico, todos sobreviviremos a base de distracciones pero nuestro espíritu vibra con los símbolos, con los rituales, con las tradiciones.
A nadie le gusta dejar de oír la lengua en la que su madre le hablaba de niño.
Damián Ruiz
Barcelona, 28 de Enero, 2021