confinamiento mental

Salir del confinamiento mental

El otro día veía, en un diario de tirada nacional, el vídeo de una osa a la que habían liberado de una estrecha jaula de un zoo y la habían llevado a un lugar donde tenía mucho más espacio libre pero ella seguía moviéndose físicamente en ese mismo espacio en el que había vivido. Es decir, lo había interiorizado y no salía de los pocos metros cuadrados de los que estaba acostumbrada.

Esta pandemia que, existir, existe, y el virus mata a mucha gente, no deja de servir también para domesticarnos y volvernos más asépticos, siendo este uno de los mayores placeres de los adalides de la corrección política. No hay nada que les entusiasme más a los nuevos dictadores del buenismo que tenernos bloqueados en todas nuestras acciones.

Incluso detecto en todo ese sector de grandes concienciados, que nos aletargan con sus letanías de lo correcto, un pequeño y perverso placer en el hecho de que todo esté cerrado, la restauración, los hoteles, los gimnasios, los clubs… ¡Abajo el hedonismo! ¡El mundo sufre y vosotros, frívolos occidentales, seguís yendo a la vuestra!

Europa y sus blanditos dirigentes, -que tuvieron la maravillosa idea de negociar a la baja el precio de las vacunas, ¡tanta sensatez y racionalidad!, y que gracias a ello han conseguido que medio mundo se las ponga antes que nosotros (porque las pagan mucho más caras)- tienen la economía devastada.

En España el empleo juvenil alcanza proporciones estratosféricas, las pymes cierran una detrás de otra pero el panorama, no nos quejemos, es esperanzador, fundamentalmente porque se aprobarán cuatro leyes de chimichurri que harán que la sociedad sea más justa y equitativa.

Pero mientras tanto la gente está harta, ya no sabe qué ver en Netflix, Amazon, HBO, Filmin…vídeos de youtube, tik tok, corre, pasea, saca al perro todo lo que puede, y ve cómo todo se derrumba…sin poder hacer nada, y además aburriéndose considerablemente.

Y ahora una palabra mágica: reinventarse.

La reinvención, aunque sea un tópico, no es algo baladí, sobre todo porque la mayoría de la gente está sobreadaptada y tiene dificultades para conectar con los aspectos más profundos de su ser, en los cuales a veces se oculta un tesoro.

Recuerdo a una señora que me contó, hace ya mucho tiempo que, una vez que enviudó y dejó de abrir la puerta a los pacientes de su marido médico, y se quedó sin función existencial, aparte de relajar el bíceps, empezó a acudir a una escuela de escultura y acabó convirtiéndose en una artista de cierta reputación, de lo cual soy testigo porque acudí a una de sus inauguraciones.

En el inconsciente anidan infinidad de recursos que, en la mayor parte de los casos, pasan completamente desapercibidos para su propio poseedor. A veces están muy cercanos y nos los revelan los sueños, los deseos, nuestras fantasías más profundas y serenas (aquellas que no provienen de la inflación yoica y que no son más que artificios para la vanidad y banalidad). Para acercarnos a esos recursos es importante tener en cuenta varios factores, a los que llegaremos a través de preguntas cómo estas:

  • ¿Qué me hace perder la noción del tiempo?
  • ¿Con qué aspectos de la vida me emocionó o activan mi fantasía? (En este caso no hay que tener en cuenta aspectos como sexo, dinero, fama, prestigio…)
  • Si pudiera cambiar radicalmente de vida y me ofrecieran unos ingresos fijos ¿a qué tipo de trabajo me dedicaría?
  • ¿Qué me apasiona?

Hay una técnica que utilizamos en la terapia psicológica y en el análisis junguiano llamada “imaginación activa” y que consiste en trabajar mediante la visualización a través de cierto nivel de sugestión/relajación. Es sorprendente ver a dónde se dirige, a dónde va cada persona. Mi “psique”, la primera vez que la practiqué como analizando, en mi formación para ser analista, se fue a Nueva York, no explicaré pormenores porque el recorrido es algo largo, y aparecí en una galería de arte en la que hablaba con su joven directora.

Cierto que siempre me apasionó el arte contemporáneo, pintura y fotografía, pero quizás lo tenía en latencia, y aunque de forma tímida ya había empezado a trabajar en ello. Pero poco a poco fue cogiendo forma y, al final, decidí dedicarle tiempo y energía.

La cuestión en todo caso es indagar en aquello que uno es, un buen ejercicio consiste en coger un papel en blanco y escribir todo lo que nos gusta de verdad, pero de una manera muy honesta, sin censuras.

Pensemos que el mundo es un lugar abierto y si tienes algo que ofrecer y perseveras siempre va a haber alguien que te abra la puerta, tengas la edad que tengas.

Y entonces, a mis 55 años empecé un proyecto artístico junto a mi socio de 25, treinta menos que yo…, pero si lo comparo con Joe Biden que a sus 78 se acaba de estrenar como presidente de los Estados Unidos de América pues es pecata minuta.

Porque hay gente con espíritu inquieto y jovial de todas las edades y los hay que están atrapados en las normativas más estrictas, antes la excesiva moral religiosa, ahora la densa moral de la corrección, a cual peor.

Lo importante es convertirse en un individuo libre que acata las normas como ciudadano cívico y dirige su vida en función de sus deseos.

Cuando uno se alinea con su esencia, y trabaja de forma dura y perseverante (concepto clave) acaba convirtiendo al “universo” en su aliado.

Las dudas, las inseguridades, los miedos, la pereza, el temor al qué dirán, o por el contrario un autoconcepto muy elevado, son lastres que impiden alcanzar los objetivos, y lo que es aún peor, disfrutar del camino que lleva a ellos, porque como decía Kavafis (Egipto, 1863-1933) en su excelente poema Ítaca: “Ten siempre a Itaca en tu mente./ Llegar allí es tu destino./ Mas no apresures nunca el viaje./Mejor que dure muchos años/ y atracar, viejo ya, en la isla,/ enriquecido de cuanto ganaste en el camino/ sin esperar a que Itaca te enriquezca”. Es decir…disfrutar del recorrido.

Podemos convertir nuestra vida en una aventura, incluso en una aventura interior, no hace falta más que procurar ser dueños de nuestro destino, y para eso es necesario conocerse, y una vez vayamos acercándonos a nuestra verdad interior tener el coraje de atreverse a vivirla, ya sea desde una posición solitaria e introspectiva, ya sea lanzándose al mundo con la idea de conquistar aquello que deseamos.

En este mundo de medianías donde los vínculos son tan frágiles y efímeros, donde abunda la debilidad de espíritu y el conformismo más manso, son necesarios hombres y mujeres que se eleven por encima de este límite impuesto por aquellos que, en aras de ideologías muy pobres aunque de apariencia justa, están mermando la capacidad humana de trascender.

Damián Ruiz

Barcelona, 9 de Febrero, 2021

www.damianruiz.eu

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