La naturaleza oculta tras el síntoma.
Detrás de cada persona que padece un problema o trastorno psicológico no se oculta una predisposición genética materializada de forma orgánica y crónica en algún supuesto espacio de su cerebro biológico y químico, se esconde una predisposición a una forma de ser, a una expresión vital que no ha encontrado cabida en su existencia.
Esto puede ser porque no se le ha dado la oportunidad de desplegarse, o porque ha sido tan tergiversada por el ambiente y las circunstancias que se le ha impedido “aparecer” y definirse como una cualidad positiva de la persona. Predisposición que de no encontrar el medio adecuado de expresión puede convertirse en trastorno.
Combatir la resignación
De ello, un sistema impositivo y patriarcal concibe dicho trastorno psíquico como un axioma inevitable con la sola posibilidad de ser aminorado en sus síntomas mediante fármacos y terapia de “resignación” (así debería llamarse) y su añadido aprendizaje a convivir con ello.
No importan las circunstancias vitales del paciente, si ha sufrido abusos psíquicos, sexuales, traumas de uno u otro tipo, si ha tenido carencias afectivas o ha vivido en un mundo estrecho y mezquino. El “sistema” no le dará más posibilidad que la “etiqueta” psiquiátrica con la que ser tratado, con la que deberá identificarse a partir de ahora y con la que todo su entorno se conformará satisfecho de que la persona es así y no hay mucho que poder hacer.
Posibilidades de vida
Pero detrás del síntoma se encuentran toda una serie de posibilidades “de vida” que anhelan ser acompañadas, guiadas, hasta conseguir impregnar la existencia de la persona y transformarse en realidad, en “su realidad”.
Alguien podrá preguntarse de qué estoy hablando. Hablo de, como he titulado este artículo, la naturaleza oculta que se esconde tras los síntomas psicológicos y que, en el curso de mi experiencia terapéutica, una vez se ha podido ir revelando durante la terapia, ha dado lugar a una nueva vida en el paciente, atrapado antes de ello en un ser que en parte o no le correspondía o era demasiado pequeño para poder abarcar determinados aspectos de su propio espíritu.
Los elementos ocultos, necesarios para avanzar
A veces, lo oculto, lo latente, es un talento para el arte, para la música, una gran sensibilidad, una actitud combativa, aventurera, un anhelo de independencia, un fuerte deseo de liberación, una visión práctica y ambiciosa, o romántica y libre, la necesidad de un sexo más abierto, más liberal o de establecer vínculos afectivos con personas de su mismo género, o una capacidad extraordinaria para el deporte o la necesidad de alejarse de los suyos, no para abandonarlos, sino para iniciar una nueva vida… O un deseo de espiritualidad que late con gran fuerza.
Hay tanta vida tras los síntomas que reducirla a una etiqueta con la que todos estén conformes para poder implementar la cronificación del paciente no deja de ser, en muchos casos, excepto en algunas formas de psicosis, una cierta estafa para la persona.
Desgranar aquello que se oculta en el sufrimiento y, que muchas veces, no es más que latencia de vida, es algo que el terapeuta debe ayudar a hacer, no solo para acabar con los síntomas, sino sobretodo para devolver al paciente las riendas de su propio destino.
Damián Ruiz.
Psicólogo (Col.7884)
Analista junguiano (IAAP)
Barcelona.