Lo noble y lo vil

¿La maldad existe?
Sin duda.
Bajo mismas circunstancias adversas algunas personas “expian” el daño sufrido y otras se convierten en rabiosamente vulnerables, hostilmente lábiles, incluso perversas o claramente malvadas.
Y eso depende de la naturaleza intrínseca de cada individuo.

Hoy es un tiempo donde los viles predominan y los nobles de espíritu tienen que ser prudentes puesto que el mundo se ha llenado de estos personajes cuya única función es la de destruir las construcciones y las instituciones generadas por aquellos que han puesto tesón, esfuerzo, pasión y espíritu en su consecución.

El vil mezcla todo, ironiza sobre una obra que ha requerido de mucho trabajo, etiqueta de manera jocosa, haciendo de la parte un todo o viceversa, actúa a través de la injuria, de la calumnia, de la difamación.  Cuánta gente que por un motivo u otro que, por su profesión, se ve expuesta a la opinión pública han sido víctimas de personajes de esta naturaleza -No hace mucho, salía la noticia de una famosa periodista a la que alguien invitaba, vía twitter, a suicidarse, pero eso ocurre con jóvenes actores o actrices, a los que aparecer en una serie de éxito les garantiza amenazas o insultos de todo tipo -.

El vil, en su mundo, suele ser tan vulnerable como reivindicativo, tan “odiador” como débil para confrontar la realidad.
Y, en estos tiempos, suele estar amparado por la política, por esa política que “mata a las águilas” para que pueda haber “muchos ratones”. Porque de los ratones se alimentan los viles que, desde su bajeza moral, han conseguido escalar hasta puestos de liderazgo social o político, impostando, falseando los auténticos valores esenciales y cambiándolos por otros instrumentales al servicio de su vanidad.

La única clasificación que deberíamos hacer los seres humanos, sin distinguir por cuestiones de género, raza, nivel educativo, religión, orientación sexual, edad, nivel económico o estatus, sería la del nivel  de nobleza de una persona.

Y cuando nos equivoquemos, y hagamos una concesión errónea a un vil, debemos saber que, muy probablemente, seremos víctimas de su bajeza.

Por otra parte, algo importante a tener en cuenta es la ilusoria imagen que nos traslada la realidad.
La transgresión de los aspectos nobles de la existencia, la burla a las buenas personas, el compadreo de los inadaptados que buscan la ruptura de “lo sagrado” en cualquier ámbito a través de una perversa complicidad, la compulsión justificada como libertad, la satisfacción por el deterioro de las instituciones, la caída de todo aquello que antes fue símbolo y significado para una parte importante de la población son hoy mostradas de forma simpática, alegre, contaminante.
Es el juego continuo y constante alrededor de lo estable, con miras a derribarlo.

Muchas de estas cosas empezaron con lo que se ha dado en llamar televisión-basura, pero la política lo ha extendido y hoy se presentan, como defensores de los vulnerables, personajes claramente ambivalentes. Porque los vulnerables casi nunca acaban siendo los necesitados económicos, sino aquellos que saben que se convertirán en sus acólitos, los que, a través, de sus odios constituirán base sustancial de la sociedad futura.

Nada es lo que parece, y como decía el tango “Cambalache” de Julio Sosa:

“Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor
Ignorante, sabio o chorro, pretencioso estafador
Todo es igual, nada es mejor
Lo mismo un burro que un gran profesor

No hay aplazaos, ¿qué va a haber? Ni escalafón
Los inmorales nos han igualao
Si uno vive en la impostura y otro afana en su ambición
Da lo mismo que sea cura, colchonero, rey de bastos
Caradura o polizón

…”

La cuestión es que la maldad existe y que de toparse con ella, lo mejor, es como recomienda el I Ching, libro chino de sabiduría: “no combatirla directamente, pues se crece, ni odiarla, simplemente hay que seguir con un decidido camino hacia el bien”. Y entonces el mal desaparece.
Y para los que creemos, de algún modo, en la justicia divina, esperar a que esta actúe y el mal que generaron sea resarcido y los malvados sean “castigados” en justa medida.
Y siempre acaba ocurriendo.

En la inestabilidad emocional permanente anida, en muchas ocasiones, no siempre, el germen de la maldad.
Hay personas que luchan para que sus vidas encuentren los valores, los proyectos y los asideros a partir de los que volver a sentirse bien, a equilibrarse.
En cambio otras de ello hacen bandera y su inestabilidad se convierte en estilo de vida para ruina y perjuicio de la comunidad.

Y ya es hora de que volvamos a proteger a las águilas, y que se extienda su número en los cielos y en las montañas.
Demasiados roedores.

Damián Ruiz
www.damianruiz.eu
1 de Noviembre, 2022

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