No se lo puedo contar a mi psicólogo.
No recuerdo en qué película Woody Allen decía, sobre uno de los personajes que era tan mentiroso que incluso engañaba a su psicoanalista. La cuestión es que esto que puede parecer una broma de comedia ocurre en la realidad. Hay pacientes que no se atreven a ser sinceros con sus terapeutas, básicamente por lo que puedan pensar de ellos. Eso puede ser debido a dos razones, o bien que el terapeuta se ha equivocado de profesión y en lugar de psiquiatra o psicólogo debería haberse hecho sacerdote o juez, o bien porque el paciente tiene una concepción del resto del mundo, excepto de él, de seres perfectos, morales e impecables en sus acciones y sus pensamientos.
Bueno, en el primer caso, si alguien da con un “juez o un cura” que ha optado por ser terapeuta, lo mejor que puede hacer es dejarlo inmediatamente. Un paciente tiene derecho a explicar libremente lo que piensa, hace o siente, sin ser juzgado ni reprobado moralmente, y solo debe tratar de cambiarse esa conducta en caso de que le produzca infelicidad a él o a otra persona, o bien sea destructiva o autodestructiva.
Pongamos un ejemplo, imaginemos que un paciente es infiel a su pareja, bien, pues el terapeuta no le puede soltar ni le debe soltar ninguna monserga moralista o reprobar su conducta, porque eso supone un prejuicio que no tiene ningún derecho a ejercer. En todo caso debe tratar las motivaciones o el grado de conflicto que eso produzca en la persona, pero nunca desde una posición de superioridad moral, sino desde una actitud respetuosa.
No hay una receta para la estabilidad emocional, sino una esencia
Existe la idea, más extendida de lo que parece, que para ser feliz es necesario casarse, tener hijos, comprarse una casa, y hacer barbacoas con los amigos. Para muchas personas ese es el paradigma de la plenitud, pero resulta que la gente casada, con hijos, piso o casa y barbacoas con los amigos también tiene problemas psicológicos, tantos como los que han optado por otro estilo de vida completamente diferente. Eso significa que no hay un modelo ni una receta para la estabilidad emocional y psíquica, y si hubiera alguna sería la de ser honesto con uno mismo y con su propia esencia.
Los hijos dan la felicidad o no, el dinero da la felicidad o no, las relaciones estables dan la felicidad o no, y un trabajo fijo puede dar la felicidad o no, porque todo ello depende de cómo cada uno lo viva. Y nadie que se dedique a la terapia psicológica, en cualquiera de sus vertientes, debe proyectar sobre sus pacientes lo que es su idea de “lo que hay que hacer”. Porque lo primero que hay que descubrir es “quién es esa persona y cuál es el camino que impregna su esencia individual”.
Libertad y tu destino
La libertad de cada uno está vinculada al propio destino, y es importante armonizar con él y no ponerse en su contra, aunque para ello haya que salirse de los esquemas prefijados o de los estándares de la mayoría de la población.
Es cierto, como dice la Biblia que “no es bueno que el hombre esté solo”, porque somos seres sociales y afectivos. Pero para no estar solo son muchas las posibilidades que se pueden desarrollar, y a veces hay que tener el coraje de plasmarlas.
En resumen, nunca permitas que un terapeuta, psicólogo o psiquiatra, inhiba tu libertad de expresión en base a sus prejuicios, estarás perdiendo el tiempo y tirando el dinero.
Damián Ruiz.
Psicólogo (Col.7884)
Analista junguiano (IAAP)
Barcelona.