Hay dos tipos de discursos, los que van dirigidos a la razón y los que se dirigen a las emociones y los instintos. En términos generales los partidos tradicionales que se mueven en el espectro de la izquierda a la derecha no extremas suelen apelar al entendimiento, mientras que los populismos, de una y otra índole tratan de activar las áreas más primarias del cerebro.
Para que un discurso racional pueda ser comprendido e integrado se requiere una mínima estructura psíquica, es decir una arquitectura cerebral forjada a lo largo de los años a través de la educación en la escuela, en la familia y en la sociedad. No estoy hablando de haber realizado estudios de tipo alguno, o en todo caso no más que los básicos, sino de un aprendizaje civilizatorio. Si se carece de este mínimo aprendizaje no hay razón que valga y todo son instintos y emociones, algo muy receptivo a los mensajes extremistas.
En el caso de los hombres violentos con las mujeres suelen tener un considerable déficit de aprecio en sus vidas. Pueden tener fuertes carencias afectivas, habiendo crecido en ambientes hostiles, distantes, rígidos o muy ambivalentes en los vínculos. Estos hombres no suelen atender especialmente a campañas institucionales sobre machismo y feminismo ni son muy influenciables por pancartas o manifestaciones.
La pedagogía pública acostumbra a ir dirigida a la mente de las clases medias, especialmente de sus jóvenes, ya, en general bastante concienciados, incluso diría que algunos empiezan a estar inhibidos. Pero para aquellos que en su interior se sienten yermos, desubicados o con muy escasa capacidad de interaccionar con lo femenino de una forma normativa la pareja suele ser percibida como una extensión de sí mismos, como propiedad a su servicio y como aquello que les consuela, les calma, les concede dignidad, autoestima y satisfacción sexual. De ahí las actitudes dominantes, posesivas, celosas y amenazantes y, como consecuencia, el miedo a la pérdida, a la separación, a la independencia o a la infidelidad.
Muchas veces, después de matar, se matan. Podríamos pensar que es por sentimiento de culpa, pero no siempre, en muchas ocasiones, opino, lo hacen porque solos ya no saben estar en la vida.
Los intentos del feminismo para concienciar a este pequeño sector de la población son bastante infructuosos porque utilizan los argumentos que a ellas y ellos les convencen, pero inútiles para quien tienen estas características temperamentales y de personalidad.
Tendría mucha más fuerza si hombres tradicionales y conservadores, pero integrados en la vida contemporánea, les hablaran desde su perspectiva, quizás utilizando conceptos como cobardía, honor, dignidad, referencias a las madres y a la maternidad, y que ese mensaje calara en las emociones de estos violentos maltratadores.
Tanta tontería convertida en mensaje concienciador lo único que puede llevar es que algunos jóvenes varones civilizados no puedan estornudar sin conflictuarse por si es un acto de acoso o un micromachismo, mientras que aquellos que están por domesticar sigan avasallando y violentando a sus parejas completamente al margen de todo “ruido social”.