Homosexualidad y homofobia

A partir del reciente escándalo eclesiástico, vox pópuli, y que yo, como otros, no lo podemos percibir más que como una cortina de humo de la que ni siquiera la primera capa, el supuesto motivo, es del todo cierta, quisiera hacer una reflexión psicológica respecto a esta realidad, más extendida de lo que parece, de los homosexuales homófobos.

Empecemos por algo que creo que es evidente: no tenemos porqué simpatizar con todos los colectivos, o incluso no tenemos porqué hacerlo, como es mi caso, por los sectores más histriónicos y radicales de dichos colectivos, sean lgtb, feministas, ecologistas, cristianos, progresistas o conservadores. De hecho pienso que estos sectores hacen un flaco favor al colectivo que defienden.

Pero no simpatizar no significa “odiarlos”.
Detestar a un sector de la población empieza a tener algo más personal, más intrapsíquico, que afecta a la propia personalidad. Sobre el tema en cuestión es lícito que alguien por edad, por tradición conservadora, por costumbrismo moral, no vea bien determinadas manifestaciones públicas entre personas del mismo sexo, siempre y cuando las respete y respete las leyes que las protegen. Hasta ahí nada que decir.

Incluso podríamos diferenciar varios tipos de posiciones respecto al colectivo lgtb por parte de la mayoritaria población heterosexual:

  • Simpatía: Al considerar que el respeto a la diversidad y pluralidad sexual genera una sociedad más abierta y plural.
  • Indiferencia: Se respetan los avances y derechos del colectivo sin percibirlo necesariamente como un avance social
  • Cuestionamiento conceptual: Se considera que este colectivo está tomando excesivo protagonismo y visibilidad y que merma las estructuras tradicionales y conservadoras de la sociedad. Por decirlo de algún modo, para ellos, deberían aceptar su rol social en tanto que “minoría” y conformarse con ser respetados y tener derechos civiles garantizados.
  • Rechazo visceral: Se genera una actitud emocional de odio, de tal modo que la presencia de un solo individuo, de una actitud o gesto determinado, de una escena en una película, cualquier elemento que tenga que ver con algo vinculado con este colectivo despierta una enorme ira  y agresividad, y esto es especialmente interesante de análisis cuando quien lo sienten son individuos adultos.

Digamos que las tres primeras posiciones podríamos considerarlas aceptables y se mueven en los dos extremos de las ideologías democráticas, tanto a izquierda como a derecha.

La cuestión es ¿qué lleva a alguien a sentir ese rechazo tan profundo por los miembros de este colectivo?

En determinados países del mundo, donde la religión incide de forma profunda sobre las mentes de sus habitantes, esta orientación se concibe como una desviación o, en el mejor de los casos, como una debilidad. Y lo que no saben es que es un constructo psicológico invariable e inmodificable y que no viene de la ecuación simplista de “madre absorbente y sobreprotectora” + “padre ausente o autoritario”, esto es psicología barata que se utiliza profusamente como explicación para justificar el supuesto trastorno. Bajo esa fórmula la mitad de la población mundial sería homosexual, y creo que está entre el 5 y el 10 % solamente (y además no se contagia).
Pero no, no va por ahí.

Luego están los que hablan de que es un acto contra natura, algo que no es propio del mundo animal en libertad. ¿Podemos pensar cuantas prácticas realizamos los humanos que no son propiamente “naturales”?
Hay muchas más especies que, en estado salvaje, tienen relaciones homosexuales entre sus miembros: bonobos, lobos, incluso en semilibertad como las ovejas, etc. que especies que tengan sexo oral que, según está documentado, solamento lo hacemos los humanos y los murciélagos de la fruta.
Bajo esa premisa también debería rechazarse por parte de los sectores más reaccionarios el sexo oral (o ¿quizás mejor no?).

  • Otro inciso, hasta cierto punto puedo comprender a los muy jóvenes que les genera ansiedad personal ver manifestaciones amorosas que no les son propias. De acuerdo, todos necesitamos referentes y queremos que sean claros y definidos, y se necesita todavía tiempo para poder aceptar la diferencia-.

Pero entre los homófobos también podríamos hablar de dos sectores diferenciados:

  • El moral-religioso que considera la homosexualidad un problema de desarrollo psico-sexual (la ecuación que mencionaba antes) pero que pueden sentir cierta “compasión” por el individuo “afectado”.
  • El “macho sin fisuras” al que cualquier miembro del colectivo lgtb le parece un vicioso desviado y al que no habría que “curar” sino castigar de la forma más virulenta y ejemplar posible.

El primero de estos sectores aboga por las terapias de conversión que en sí son una aberración y deberían estar radicalmente prohibidas como ocurre en España y en otros países avanzados.
Estas terapias que, en realidad no cambian nada, sino que, en el mejor de los casos los “devuelven al closet, al armario”, -para alegría del entorno conservador-, y en el peor pueden generar graves trastornos, incluso suicidio, están muy extendidas en según que zonas del planeta. 

  • Por cierto siempre me ha sorprendido esa obsesión de los predicadores por la lujuria, es el único de los siete pecados capitales que les molesta, no importa que la audiencia a la que se dirigen sea de gordos de más de 140 kg, porque la gula, por ejemplo, ni la perciben ni la aperciben-.

Y es que el homosexual “latente” impostado en machito que usa a las mujeres sexualmente como exclusiva manifestación de su masculinidad, es decir las frecuenta para no ponerse en duda, o el que asume el rol beatífico de lo tradicionalmente correcto, o el que se hace sacerdote no llevado por la fe, por la compasión o por la trascendencia espiritual sino para aislarse del mundo, no puede ver nada que atisbe la mínima condición homosexual, ¿Por qué? Porque lo está reprimiendo, porque el deseo sexual o romántico se le dispara y lo tienen que contener como sea, y ¿cómo lo hace? Pues atacando de un modo u otro a los que lo viven con naturalidad y tranquilidad.

  • Otro aspecto a tener en cuenta, una persona puede ser homosexual, bisexual, heteroflexible o lo que sea, y tiene el derecho a gestionar su vida como quiera. Incluso tiene derecho por creencias morales determinadas a no hacer según qué prácticas. Lo que es absurdo y neurótico es no reconocerse en lo que uno es. Porque para bien o para mal somos lo que somos sexualmente y es in-mo-di-fi-ca-ble, aunque como decía aquel humorista andaluz “una mala tarde la tiene cualquiera” y podemos ser susceptibles de experimentar puntualmente algo que no esté dentro de nuestro registro sexual.- 

Por eso podríamos decir que la homofobia visceral siempre, y no soy yo solo quien lo piensa, esconde cierto nivel de homosexualidad del homófobo. Es decir hay mucha homosexualidad oculta en aquellos que odian al colectivo lgtb y ya no digamos entre los sectores que quieren “reconvertirlos”.
Traducido a una simple frase “Odio tanto lo que hay en mí que no puedo verlo manifestado en otra persona, y menos de forma tranquila y natural”.
American Beauty (Sam Mendes, 1999), película ganadora del Óscar, es un claro ejemplo de lo que estoy explicando.

Como he escrito anteriormente una persona puede tener una visión conservadora del orden social y eso es absolutamente respetable. La cuestión no es esa, sino el porqué algunas personas odian y desprecian a los individuos de un determinado colectivo de forma tan personal.
¿Qué tienen que reprimir?

Damián Ruiz
Barcelona, 26 de Septiembre, 2021
www.damianruiz.eu

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