Sobre los trastornos psicológicos

Damián Ruiz

En este artículo quisiera explicar mi idea del porqué se producen trastornos psicológicos.

Empezaré por la genética. ¿Qué heredamos? ¿Características físicas? ¿Predisposiciones de duración, de fortaleza o vulnerabilidad orgánica y psicológica? ¿Marca la genética nuestro destino o simplemente lo condiciona? ¿Tenemos la capacidad de modificar o flexibilizar nuestra tendencia genética?
¿Heredamos solo aspectos físicos o también culturales?
¿Es importante de dónde venimos? ¿Quiénes fueron y cómo vivieron nuestros antepasados más próximos?
¿Estamos más preparados para la supervivencia en el mundo en función de cómo vivieron tales antepasados?

Resumiré mi respuesta: la genética es la variable principal en el desarrollo de la vida de un individuo y por eso es fundamental saber no sólo quién es uno sino también de dónde viene.

¿Por qué es importante? Porque de ese modo se puede llegar a saber, o al menos aproximarse, cual es el lugar que a cada uno le corresponde en la vida.
Es decir, alinearse con lo que uno es.

Partiendo de mi visión muy opuesta al concepto de B.F. Skiner (Estados Unidos, 1904-1990), de “tabula rasa” (según el cual el cerebro de cualquier persona puede ser educado o adiestrado en la dirección que se quiera y, con un plan concreto de ejecución, llevar a convertirlo en un especialista en cualquier tema), considero (en la línea de Jung) que cada individuo sólo puede llegar a ser “aquello que ya es en potencia”. Es decir aquello, añado yo, que predispongan sus genes. Las circunstancias ambientales y la percepción de sí mismo y de la realidad serán los factores necesarios para que pueda desarrollarse adecuadamente o no.

La mejor genética puede ser un secarral si el entorno es hostil, la más débil puede manifestarse de forma más que adecuada con unas circunstancias favorables.

Por tanto yo (es un yo genérico) solo puedo llegar a ser la mejor versión de mi mismo exclusivamente en aquellos aspectos en los que tengo de base genética una clara determinación.

Y esto lo vinculo con la idea de los arquetipos y con la teoría del citado Carl G. Jung (Suiza, 1875-1961) según la cual cada uno de nosotros estaría más cercano a una configuración psíquica predeterminada.
Pongamos el caso de Barack Obama (Estados Unidos, 1961), el 44 Presidente de su país. Hijo de un hombre negro y una mujer blanca, clase media, inteligente, voluntarioso, idealista, pragmático, pero ¿qué es lo que le convierte en Presidente de la primera potencia mundial?
¿El azar? ¿Una estrategia perfecta? ¿Las élites mundiales que deciden que ha llegado la hora de poner un hombre de color en tan alto cargo?

La cuestión es que en algún momento Obama se debió decir a sí mismo que estaba capacitado para ejercer esa responsabilidad. Podría simplemente haber sido una inflación yoica, pero no…”Se reconoció”.
Ese reconocimiento no dependía de una autoestima alta sino de la certeza, de la profunda conexión con la esencia, de “saber” de qué madera estaba hecho y las responsabilidades que podía asumir. A partir de ahí, como dice el I Ching (el antiguo tratado chino de sabiduría), “cuando uno se pone en armonía con su destino, la vida cobra significado, todo se ordena…” y añado “todo sigue su curso”.

Pero ¿qué ocurre cuando estamos desconectados de nuestro ser más profundo, del hábitat físico en el que vivimos, sometidos a circunstancias hostiles, poco estimados y estimulados?
Empezamos a debilitarnos como lo haría una planta que no es regada y a la que no le da el sol, y por tanto se hace imposible convertirnos en aquello que potencialmente podríamos llegar a ser.

No tengo una visión materialista de la existencia sino trascendente, aunque sí pragmática.
¿Qué quiero decir con esto? Creo que todo ser humano, por el hecho de haber nacido, tiene un lugar en el mundo y puede, y debe, encontrar el sentido de su vida, que no sería otro que el de descubrir quién es en lo más hondo de su psique, y dedicarse a servir sus capacidades como si de un don se tratara, poniéndolas al servicio de la humanidad. Desde esa perspectiva defiendo la idea de trascendencia.
El médico, el actor, el jardinero, la escritora, la científica,…están ahí, en muchos casos porque esa es su “virtud” y su cometido, por tanto ese es el sentido de su vida.
Ya en el terreno más personal aparece la idea de “alma” pero se aleja del conocimiento científico y entra en el terreno de las creencias, por tanto no insistiré.

¿Pragmatismo, por qué? Porque hay que llevar una gestión inteligente de la propia existencia, un pacto entre la moral y la biología, sin caer ni en rigideces ni en fanatismos religiosos así como tampoco en la compulsión de los deseos.
La moral, cuando asfixia las pulsiones humanas se vuelve no solo inservible sino que también puede ser generadora de trastornos físicos y psicológicos. Por otra parte dar rienda suelta a los instintos más básicos sin control, también sería un modo de desequilibrio, tan grave como el moralismo estricto.
El trastorno obsesivo y las adicciones serían, desde una perspectiva metafórica, ejemplos de ambos extremos.

Por ello encontrar el propio equilibrio tiene que ver con la buena gestión de los impulsos al mismo tiempo que con la creación de una ética personal alejada de moralidades al uso.
En el fondo es un trabajo de libertad y de individuación pues, si uno no evoluciona, lo más probable es que quede atrapado en la dicotomía culpa/miedo versus deseo, el gran conflicto neurótico que puede manifestarse con muchas sintomatologías diferentes.

A veces es necesario desprenderse del costumbrismo y entrar en una posición más propia, alejada del pensamiento y las creencias populares. La sobreadaptación no siempre, yo diría casi nunca, es la solución para encontrar el equilibrio psíquico y físico.

Por tanto, el trastorno mental, no de índole psicótica (ese es otro tema) requiere de una búsqueda del lugar que uno debe de ocupar, de su esencia, y de la libertad y el valor para ponerse en armonía con ambos.

Independientemente de las etiquetas diagnósticas y de los fármacos suministrados esto que acabo de escribir, y en mi opinión, es el quid del asunto, los factores fundamentales que intervienen de base en la creación y superación de un trastorno.

 

Damián Ruiz
Barcelona, 27 de Junio, 2021
www.damianruiz.eu

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